REFLEXIÓN FILOSÓFICA. INTERCULTURALIDAD.
La interculturalidad está lejos
de haberse logrado porque hay casos en los cuales la violencia es imperante.
Pensemos, por ejemplo, en el yihadismo: la multitud de atentados terroristas y
la gran cantidad que estos bombardeos han causado, solo por toparse con
diferentes culturas no seguidoras del islam, nos demuestran lo lejos que
estamos del interculturalismo hoy en día, cuando temblamos de miedo al asistir
a un evento muy popular y abarrotado de personas y acordarnos del terrorismo
yihadista.
En fin, que si la interculturalidad
es un proyecto universal con vistas a la convivencia y al respeto a la
diversidad cultural, será muy complicado llevarlo a cabo por completo,
existiendo yihadistas, que desean acabar con Occidente, y en general, con
cualquiera que contradiga su forma de pensar. Representan lo contrario a lo que
se busca para poder llevar a cabo la interculturalidad.
Por otra parte, la xenofobia
todavía está presente hoy. Así, muchas personas, si ven a otra que no sigue las
costumbres de esa sociedad, que no quiere impregnarse de la cultura dominante
del lugar, que esta alejada de esa “cultura superior” que ellos creen única; no
los mirarán con extrañeza sino con odio.
¿Cuántos comentarios despectivos
gratuitos, racistas y xenófobos hemos escuchado? Incluso, pensándolo bien, no
es necesario si quiera tener otras raíces culturales para que te falten el
respeto y hieran tu dignidad. Ni siquiera muchos son capaces de respetar la
dignidad de miembros de la misma cultura que ellos, por lo que: ¿cómo iban
entonces, con esos prejuicios contaminando su ser, a ser capaces de pensar que
las personas de otras culturas merecen los mismos derechos y respeto que ellos?
El respeto brilla por su ausencia, en diversas ocasiones.
La cultura, el orgullo exaltado
hacia la cultura propia, parece, desde lejos, inofensivo; pero podría
constituir el camino al sentimiento de “cultura superior”, sin entender que el
criterio de superior lo tenemos sistematizado acorde a lo que se nos ha enseñado
y transmitido, acorde a nuestro sistema de conocimientos adquirido, empapado
por nuestra cultura. No entendemos que aquello de “superior” e “inferior” es
puramente subjetivo, que no podemos creernos mejores que nadie y que las
culturas son diferentes, y basta. Lo que digo es que, ese sentimiento de
superioridad cultural podría desembocar en aborrecer cualquier cultura distinta
(porque la mejor es la propia), en señalar al diferente, al transgresor, a esa
persona que es de una cultura distinta a la nuestra, que tiene unos rituales
extraños y diferentes, otras creencias, y que, para qué engañarnos: es un bicho
raro. Ese orgullo cultural llevado al extremo podría desembocar en xenofobia,
imposibilitando la interculturalidad.
En resumen, si nos creemos superiores
a otras culturas, no podrá haber interculturalidad, porque no existirá ese
anhelado diálogo justo. Si nos creemos mejores, no escucharemos abiertamente
otros puntos de vista. No se producirá un diálogo igualitario si pensamos que
lo nuestro es lo mejor y tenemos la cabeza llena de prejuicios.
Mientras, existen países en los
que no se aplican los derechos humanos, y no creo que esos gobiernos corruptos
que permiten que eso ocurra con sus habitantes, estén interesados en un
proyecto universal como lo es la interculturalidad.
La libertad, la igualdad y la
solidaridad: son herramientas fundamentales para el proyecto intercultural, y
yo pienso que hace falta un poco más de todas ellas para poder ponerlo en
práctica.
¿Y respeto al pluralismo? Es
complicado pensar en que se tengan en cuenta las culturas minoritarias, mucha
atención tendríamos que prestar y mucho respeto poner en nuestro interior para
callarnos un momento y pararnos a escucharlas: una diminuta y bajita voz, que
solo con una décima parte de gente de nuestra cultura hablando sería capaz de
silenciarla.
Con todo, no doy nada por
imposible. Quizás algún día alcancemos la tan idílica interculturalidad.
Primero necesitaremos abandonar los prejuicios filosóficos, hacernos una
“autoevaluación” como personas y reconstruirnos.
Necesitaremos alcanzar la
tolerancia, por mucho de que se detesten los pensamientos de la cultura de
quien se ha sentado a tu lado. Y, por encima de todo, necesitaremos cooperar,
pues es un proyecto mundial, no cosa de un continente o dos.
Debemos dejar de tratar de
reconducir a las personas que se salen de las pautas que nuestra cultura marca.
Que cada quién escoja qué quiere hacer, qué cultura seguir. Simple cuestión de
libertad. Tenemos derecho a ella. TODOS NOSOTROS.
Habrá que trabajar mucho en el
proyecto para que sea aceptado por todos: en cómo proponerlo, con qué método lo
difundimos, cómo concienciamos y damos a conocer sus ideas, objetivos y
ventajas…
Para acabar, y no menos
importante: centrémonos en todo lo que nos une, no en lo que nos separa. Tan
diferentes no somos, al fin y al cabo. Todos queremos ser felices, una vida
digna, sobrevivir… Somos Homo Sapiens. Tenemos los mismos antecesores,
prácticamente las mismas características fisiológicas.
¿Por qué nos empeñamos en
discutir por nuestras diferencias si pertenecemos a la misma raza: la humana?
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