viernes, 4 de septiembre de 2020

REFLEXIÓN FILOSÓFICA. INTERCULTURALIDAD.

 REFLEXIÓN FILOSÓFICA. INTERCULTURALIDAD.

La interculturalidad está lejos de haberse logrado porque hay casos en los cuales la violencia es imperante. Pensemos, por ejemplo, en el yihadismo: la multitud de atentados terroristas y la gran cantidad que estos bombardeos han causado, solo por toparse con diferentes culturas no seguidoras del islam, nos demuestran lo lejos que estamos del interculturalismo hoy en día, cuando temblamos de miedo al asistir a un evento muy popular y abarrotado de personas y acordarnos del terrorismo yihadista.

En fin, que si la interculturalidad es un proyecto universal con vistas a la convivencia y al respeto a la diversidad cultural, será muy complicado llevarlo a cabo por completo, existiendo yihadistas, que desean acabar con Occidente, y en general, con cualquiera que contradiga su forma de pensar. Representan lo contrario a lo que se busca para poder llevar a cabo la interculturalidad.

Por otra parte, la xenofobia todavía está presente hoy. Así, muchas personas, si ven a otra que no sigue las costumbres de esa sociedad, que no quiere impregnarse de la cultura dominante del lugar, que esta alejada de esa “cultura superior” que ellos creen única; no los mirarán con extrañeza sino con odio.

¿Cuántos comentarios despectivos gratuitos, racistas y xenófobos hemos escuchado? Incluso, pensándolo bien, no es necesario si quiera tener otras raíces culturales para que te falten el respeto y hieran tu dignidad. Ni siquiera muchos son capaces de respetar la dignidad de miembros de la misma cultura que ellos, por lo que: ¿cómo iban entonces, con esos prejuicios contaminando su ser, a ser capaces de pensar que las personas de otras culturas merecen los mismos derechos y respeto que ellos? El respeto brilla por su ausencia, en diversas ocasiones.

La cultura, el orgullo exaltado hacia la cultura propia, parece, desde lejos, inofensivo; pero podría constituir el camino al sentimiento de “cultura superior”, sin entender que el criterio de superior lo tenemos sistematizado acorde a lo que se nos ha enseñado y transmitido, acorde a nuestro sistema de conocimientos adquirido, empapado por nuestra cultura. No entendemos que aquello de “superior” e “inferior” es puramente subjetivo, que no podemos creernos mejores que nadie y que las culturas son diferentes, y basta. Lo que digo es que, ese sentimiento de superioridad cultural podría desembocar en aborrecer cualquier cultura distinta (porque la mejor es la propia), en señalar al diferente, al transgresor, a esa persona que es de una cultura distinta a la nuestra, que tiene unos rituales extraños y diferentes, otras creencias, y que, para qué engañarnos: es un bicho raro. Ese orgullo cultural llevado al extremo podría desembocar en xenofobia, imposibilitando la interculturalidad.

En resumen, si nos creemos superiores a otras culturas, no podrá haber interculturalidad, porque no existirá ese anhelado diálogo justo. Si nos creemos mejores, no escucharemos abiertamente otros puntos de vista. No se producirá un diálogo igualitario si pensamos que lo nuestro es lo mejor y tenemos la cabeza llena de prejuicios.

Mientras, existen países en los que no se aplican los derechos humanos, y no creo que esos gobiernos corruptos que permiten que eso ocurra con sus habitantes, estén interesados en un proyecto universal como lo es la interculturalidad.

La libertad, la igualdad y la solidaridad: son herramientas fundamentales para el proyecto intercultural, y yo pienso que hace falta un poco más de todas ellas para poder ponerlo en práctica.

¿Y respeto al pluralismo? Es complicado pensar en que se tengan en cuenta las culturas minoritarias, mucha atención tendríamos que prestar y mucho respeto poner en nuestro interior para callarnos un momento y pararnos a escucharlas: una diminuta y bajita voz, que solo con una décima parte de gente de nuestra cultura hablando sería capaz de silenciarla.

Con todo, no doy nada por imposible. Quizás algún día alcancemos la tan idílica interculturalidad. Primero necesitaremos abandonar los prejuicios filosóficos, hacernos una “autoevaluación” como personas y reconstruirnos.

Necesitaremos alcanzar la tolerancia, por mucho de que se detesten los pensamientos de la cultura de quien se ha sentado a tu lado. Y, por encima de todo, necesitaremos cooperar, pues es un proyecto mundial, no cosa de un continente o dos.

Debemos dejar de tratar de reconducir a las personas que se salen de las pautas que nuestra cultura marca. Que cada quién escoja qué quiere hacer, qué cultura seguir. Simple cuestión de libertad. Tenemos derecho a ella. TODOS NOSOTROS.

Habrá que trabajar mucho en el proyecto para que sea aceptado por todos: en cómo proponerlo, con qué método lo difundimos, cómo concienciamos y damos a conocer sus ideas, objetivos y ventajas…

Para acabar, y no menos importante: centrémonos en todo lo que nos une, no en lo que nos separa. Tan diferentes no somos, al fin y al cabo. Todos queremos ser felices, una vida digna, sobrevivir… Somos Homo Sapiens. Tenemos los mismos antecesores, prácticamente las mismas características fisiológicas.

¿Por qué nos empeñamos en discutir por nuestras diferencias si pertenecemos a la misma raza: la humana?

 

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Reflexión filosófica. Homo sapiens.

 Podríamos decir que la cultura nos ha oprimido en el sentido de que nos ha reconducido a todos, pues desde el momento en el que naces, te educan y crían conforme a la cultura que reina en la sociedad en el lugar en el cual has nacido. Entonces, poco a poco vas creciendo y alimentándote de tu cultura, ya que es tu forma de vivir, por lo que hay cosas que haces simplemente porque te han sido transmitidas, o porque es lo que hace el resto.

Cabe considerar ese valor opresor de la cultura porque al establecer un conjunto de ideas, valores, hábitos… que definen una forma de vida, observamos con extraña mirada a aquellos que rompen con estos esquemas, que tienen su manera peculiar de vivir y que aunque la cultura influya en todos nosotros, se hayan querido apartar de una o varias costumbres. Los vemos como bichos raros.

Por otra parte, todo lo que digo ahora, me sería imposible decirlo o quizás lo expresara de otra forma o no pensara lo mismo, si hubiera nacido  en otro continente o en el siglo pasado o en otra familia. Con ello, quiero decir que cada punto de vista, individual e histórico, está íntimamente relacionado con la cultura. Cada visión del mundo se elabora desde una perspectiva, siempre dependiente esta de la cultura de su origen, que condiciona la mirada y pensamiento ante todo cuanto hay.

Como ya he dicho, soy quien soy por mi cultura. Quiera seguirla o no al pie de la letra, la cultura de la sociedad en la que he nacido es la que me ha dado la bienvenida al mundo y las cosas que conozco son como son por ella también, no solo determina lo que soy, lo que somos. Nuestras creencias, sentimientos, hábitos, costumbres, nuestra forma de cubrir nuestras necesidades… es nuestra cultura. Desde que empieza el día, todo lo que hacemos, nuestra forma de actuar (que al final, no resulta ser otra cosa sino nuestra manera de vivir) está condicionada por nuestra cultura. Da miedo pensar, a veces, cuánta libertad tenemos en realidad, si todo lo que hacemos, va acorde con lo que vemos y se nos transmite. 

La cultura no es otra cosa sino nosotros mismos. Y, volviendo la vista atrás, podemos afirmar que, efectivamente, la cultura es, como dice Montagu: un “ensanchamiento de la vida”. La cultura es aprendida, trasmitida de generación en generación y, pensando en el lenguaje, creo que hemos hecho un gran trabajo. A muchos años de mí queda, pero considero necesario agradecer la excelente transmisión del lenguaje en su origen, ese intento primero por enseñarlo a los demás para poder comunicarnos, desarrollándose en ese esfuerzo más nuestro cerebro. Así que, gracias, por elaborar una importante parte de nuestra cultura en este presente, que ha ido evolucionando de diferentes modos alrededor del mundo entero.

Asimismo, las herramientas, permitieron mayor desarrollo cerebral, y atender mejor nuestras necesidades. Hoy en día, no se trata solo de necesidades primarias, sino de secundarias, de incrementar nuestra comodidad. La evolución de utensilios y herramientas, la tecnología, ha avanzado de manera vertiginosa. Cada nueva generación tiene la posibilidad de incorporar novedades al aprendizaje ya realizado. Por ello, la cultura es una acumulación de conocimientos que no cesa de crecer.

En este sentido,  es necesario que sigamos evolucionando, con el tiempo y con la historia, con los sucesos y descubrimientos acaecidos. Que no muera el afán por desarrollar, ampliar y cambiar la cultura, que no podemos pretender que sea utópica, intocable. Por mucho que queramos acercarnos a nuestras raíces, mucho nos hemos alejado de ellas en lo que a tiempo refiere, por lo que es lógico que no queramos una misma cultura. La cultura de hoy no puede ser la misma que la de ayer, sino que ha de evolucionar con cada generación (a ver si cambia también nuestra aún continua mirada de repulsión al transgresor). Mucho le debemos al pasado y a la cultura primitiva, pero no podemos pretender momificar la cultura, si esta es nuestra vida y, como dice Nietzsche, la vida es devenir.

REFLEXIONES A PARTIR DE FRASES DE FILÓSOFOS

 Esther Serrano Franco 1ºBach. B

Frases que invitan a filosofar: REFLEXIONES

“Los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración” (Aristóteles “Metafísica”)

“La filosofía es hija del asombro” (Platón)

A veces, cuando cierro los ojos, en una actitud reflexiva, me siento presocrática. También cuando cada día al salir de casa, está amaneciendo, y olvido por unos segundos todo lo que la ciencia nos ha contado, limitándome a admirar probablemente lo más bello que vaya a ver en todo el día. Entonces, cada presocrático me diría una cosa distinta sobre el fenómeno natural que yo contemplo, atendiendo a que la filosofía fue, es y será libre.

Para filosofar hay que empezar a preguntarse cosas. Y para dudar, para que nos llegue ese ímpetu cargado de curiosidad, necesitamos admirar. Solo admirando podremos cuestionarnos las cosas, si admiramos podremos llegar a conocer. Podremos saborear el mundo.

El asombro es el principio de lo que es un principio más grande: la Filosofía.

 

 “Todos los hombres desean por naturaleza saber” (Aristóteles “Metafísica”)

El anhelo por aprender es inherente a la condición humana. Deseamos conocer el mundo que nos rodea desde que tenemos uso de razón.

“Mamá, ¿por qué es de color azul el cielo? ¿Qué hay en el universo?”- le preguntaba yo a mi madre a los tres años, pensando que me daría la explicación exacta como había hecho con muchas otras cosas. “Mamá, ¿qué hay después de la muerte?”- le preguntaría más tarde, agobiándola con más preguntas de ese estilo durante largo rato, sin entender por qué había ciertas preguntas tan misteriosas que además, parecían no serlo únicamente para mí. “¿Y por qué? ¿Y por qué esto es así y no al contrario?”- seguiría yo. Entonces ella trata de explicarme que existen preguntas que tienen muchas respuestas, y que cada persona piensa cosas distintas. Quizá yo era demasiado pequeña como para entender qué es la filosofía, pero me interesaba por conocer el mundo, al fin y al cabo. Como todo ser humano.

Si algo anula nuestra capacidad de querer saber cosas, ya sea por lo cómodos que creamos estar sin reflexionar o por cualquier otra cosa, preocupémonos, porque estaremos perdiendo nuestra libertad y dignidad, nos estaríamos autolimitando como personas. Sin preguntar y preguntarnos cosas, caeríamos en un juego de marionetas, de ignorancia y de conformismo, asumiendo lo que la mayoría diga, y haciendo todos lo mismo, como un rebaño de ovejas. No seríamos más que habitantes de papel en ciudades de papel.

 

“Solo sé que no sé nada” (Sócrates)

Me siento tan diminuta en un planeta tan inmenso, el cual está dentro de una galaxia que lo es aún más, siendo una insignificante parte de un universo cuyo fin está por determinar, por lo que muchos afirman que es infinito.

Soy una pequeña mota de polvo que vaga de aquí para allá, haciéndose preguntas y cuestionando sus acciones y sus fines a diario.

Acerca de la fiabilidad de todo podemos dudar si somos nosotros los que establecemos qué es cierto y qué no, porque somos nosotros también los que hemos establecido los criterios para calificarlo de verdadero o falso. Y aun suponiendo que parte de todo el aprendizaje que hemos heredado de otras épocas sea certero, considero que estos conocimientos son tantos que me hacen pensar que quedan por descubrir como mínimo, el triple, sumado a todo aquello a lo que no podremos acceder por simple limitación de la condición humana (cosas que no podremos percibir o razonamientos que nuestra mente no pueda hilar). Todo ello me hace pensar lo ignorante que soy y seré.

Por supuesto, seguiremos intentando conocer, seguiremos haciéndonos preguntas y filosofando, a pesar de que si sabemos algo es lo mucho que no sabemos.

 

“Todo cambia, todo fluye, nada permanece” (Heráclito).

Ante nuestros ojos se presenta la pura ilusión del devenir, siempre constante y permanente,  pues sigue siendo la Esencia de las cosas, un verdadero misterio.

Todo cambia...

Pero, ¿qué ocurre  con la regularidad de los fenómenos naturales? ¿Qué ocurre con lo que en apariencia no cambia, con lo que superficialmente percibimos y nos parece que es lo mismo? (La salida del Sol cada mañana y de la Luna cada noche, por ejemplo).

Igual que no soy yo la misma que era ayer, el cielo de hoy tampoco es el mismo de ayer: a la naturaleza le agrada ocultarse.

 

“Toda Filosofía no es otra cosa que la compleja respuesta a esta sencilla pregunta: ¿qué son las cosas?; pregunta que puede sustituirse por otra: ¿qué es lo que constituye la naturaleza de las cosas? (Raimundo Panikkar “El concepto de naturaleza”)

No podremos acusar a la filosofía de egoísta, pues se preocupa por absolutamente todo. Por toda la realidad: el mundo que nos rodea, nosotros mismos, la sociedad, la justicia, la felicidad, los principios éticos, la ciencia, y un largo etcétera, porque la realidad abarca millones de asuntos, dilemas, cuestiones. La filosofía ofrece tanto como queramos buscar e indagar nosotros. Por lo que si se supone que nuestro anhelo por saber nunca acaba, podríamos decir que la filosofía es infinita.

La Esencia, lo permanente. De ello ha hablado desde sus orígenes la filosofía, por boca de presocráticos que proponían el origen de las cosas (agua, aire, números…) y nos decían; por ejemplo, que el devenir y los cambios en la naturaleza son aparentes, tan solo una ilusión, porque a la naturaleza le agrada ocultarse. La naturaleza esconde su Ser, su Esencia. En la realidad siempre hay un Algo con A mayúscula, que permanece, y que es un gran misterio y por ello lo persigue la filosofía.

 

“Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar” (Hipatia de Alejandría)

Incluso darle vueltas a un razonamiento que es correcto a medias es preferible a no darle vueltas a nada.

Pensar de manera errónea. Equivocarse. Tropezar por el camino. Todo ello demuestra ser personas. Cometer errores es vital para aprender y equivocarse es un derecho que todo aventurero tiene cuando emprende el camino del aprendizaje. Cuidado con quien es escéptico de modo extremo, que acaba no afirmando ni negando nada para no caer en el error. Podría dejar de pensar para evitar equivocarse a toda costa, sin darse cuenta que es mayor la desgracia de no pensar que la de errar, que no lo es.

Que no nos arrebaten el derecho a pensar, porque lo habremos perdido todo. Defender tu derecho a pensar es defender tu derecho a la libertad, pues el razonamiento nos hace libres. ¿Y qué es usar la razón, si no es filosofía? La filosofía nos permite usar la razón, haciendo hombres libres, que no se dejen embaucar.

 

“La filosofía es por esencia la ciencia de los verdaderos principios, de los orígenes, de la raíz de todas las cosas” (Husserl “La filosofía como ciencia estricta”).

El origen de la filosofía supuso el inicio del uso de la razón, el famosísimo paso del mito al logos, en el que nos alejamos de la fantasía para explicar la realidad, conservando el anhelo de aprender sobre el mundo (como siempre ocurrirá) y queriendo que nuestros conocimientos sean certeros, por lo que comenzó a hacerse un esfuerzo racional.

¿Qué hay de los filósofos presocráticos? Nos asombran. Establecieron curiosos orígenes de la materia, y entendiendo ciencia y filosofía como una sola cosa, nos dejan el teorema de Tales, el teorema de Pitágoras… ¡las bases de las matemáticas! ¡Incluso entonces Demócrito de Abdera fue el primero en decir que todo está compuesto por átomos! Nos dejan lo que hoy son nuestros cimientos. Y me aventuro a imaginar qué seríamos sin ellos, y solo tengo claro que: seríamos muy distintos a lo que somos hoy.

La filosofía es la única ciencia que se preocupa por la realidad entera. Quiere estudiar todo, preguntarse por todo e interconectar unas cosas con otras. La filosofía no delimita, sino que amplía, sin cerrar las puertas a nada, ni discriminando a ningún ámbito de la realidad.

 

martes, 1 de septiembre de 2020

LA NECESIDAD DE LA METAFÍSICA. Redacción filosófica.

 LA NECESIDAD DE LA METAFÍSICA           Esther Serrano Franco  1ºBach. B.

¿Por qué iba a tener la metafísica alguna utilidad hoy, cuando ciencia y tecnología gobiernan el mundo? Estas son las ciencias que realmente cubren nuestras necesidades primarias y nos conducen a nuestros fines prácticos en nuestro día a día, que es lo que requiere nuestra atención inmediata. Quedaría entonces en evidencia la inutilidad de la metafísica, ¿no? No.

 

Bien es cierto que con los grandes descubrimientos como la física newtoniana, quisieron recurrir a la ciencia y a nada más, para explicar y predecir lo que puede suceder en el universo. Tal era la ilusión ante tan grandiosos hallazgos, que dieron la espalda a la metafísica. Sin embargo, la ciencia tiene lagunas, y podemos decir que la metafísica se esfuerza constantemente por suplirlas. Dejemos a las ciencias saciar nuestros fines cotidianos, ya que son cobardes para otras cuestiones universales y las apartan, mientras que la metafísica se atreve a estudiarlas. Entonces, ¿qué es la metafísica sino valentía para nadar en el mar de las dudas primeras sin ahogarse?

Como ya se ha dicho, la ciencia no puede explicarlo todo, pero, insisto: ¿Por qué limitarnos? ¿Por qué no ir más allá? No podrías emprender tal camino sin la metafísica: “más allá de la física”, por lo que es de vital necesidad. Así, la incertidumbre nos aterra y tratamos de responder a todo lo que al mundo, a Dios y al alma se refiera; pues todo ello está relacionado con dar un sentido a nuestras vidas. De este modo, buscaríamos la metafísica para orientarnos en el mundo, persiguiendo la felicidad (aspiración última de la metafísica).

Ante tan acusada incertidumbre acerca de los temas metafísicos, se nos abre paso un abanico infinito de respuestas provisionales, y cada quien escoge con libertad. De esta manera, hay diferentes concepciones metafísicas, como lo serían las distintas religiones y creencias personales. Esta concepción metafísica, influye en el pensamiento, el pensamiento en el modo de actuar, y el conjunto de tus acciones, conforman tu vida. Por lo tanto, tu concepción metafísica podría hacerte ser quien eres, o ¿es por tu forma de ser por lo que te decantas por una concepción metafísica entre tantas? Así que, después de todo, siendo que además resulta que las creencias metafísicas están tan arraigadas a tu ser, ¿aún pones en duda su utilidad?

 

Para concluir, añadir que tildando de absurda a la metafísica no haréis más que insultaros a vosotros mismos, pues compartís pretensión: conocer el mundo y al ser humano.

¿No os parece que, al fin y al cabo, resulta que también vosotros, los que no veíais la necesidad de este saber, sois metafísicos? ¿O es que nunca os habéis preguntado por el sentido de vuestras vidas?

Incidir en que la metafísica, que nos permite ir más allá de la ciencia, es y será un saber no concluido, al menos hasta que el ser humano sea humo, polvo, nada.

 

 

FILOSOFÍA: ¿Qué es lo genuinamente humano?

¿QUÉ ES LO GENUINAMENTE HUMANO?

“No existe esa pura naturaleza humana como para decir si somos genuinamente de una manera o de otra, tratando de despojar al ser humano de su situación política, histórica y social. No podemos concebir al hombre sin ello, pues al formar parte de la realidad, el ser humano existe y existió cuando ya existía el tiempo, lo que nos hace ver que nunca podremos ignorar el factor HISTORIA.” –Esther Serrano.

1. ¿Un ser racional?

Aristóteles pensó que lo que caracteriza al hombre y permite diferenciarlo de los demás seres es el “lógos”, que tiene un doble significado: razón y lenguaje.  Así, mediante este elemento, podemos comunicarnos y conocer el mundo. El lógos nos sitúa en una posición intermedia entre bestias y dioses, y somos por poseerlo, superiores a los animales.

No obstante, Friedrich Nietzsche dice que la razón es una enfermedad con la que nos toca lidiar a los seres humanos: somos la rareza del universo. Este filósofo acusaba a Aristóteles y a Platón de destructores del equilibrio apolíneo-dionisíaco, pues al buscar definiciones universales de las cosas, intentando racionalizarlo todo, ignoraban el devenir, que es la vida misma.

*     ¿Podemos decir que lo que define al ser humano es que es un ser racional, como dijo Aristóteles? ¿O acaso la razón es en realidad una enfermedad, como dijo Nietzsche?

No podemos desentendernos del “lógos”, le doy la razón a Aristóteles cuando dice que es el instrumento que nos permite conocer el mundo, pues solo con los sentidos sin valernos de la razón, nos sería insuficiente. Sin razón no nos haríamos preguntas, no existiría la filosofía, ni la lógica; seríamos esclavos de los impulsos biológicos, sin poder elegir si los seguimos o no.

Sin embargo, siguiendo a Zubiri, somos una unidad entre razón y sentidos: la razón no funciona aislada. No hay, por tanto, que hacer de ella un tirano, como diría Nietzsche. Somos más que razón: en nosotros hay pasión, hay locura, anhelo, creatividad, miedo…

La razón no es una enfermedad: aunque es cierto que a través de ella creamos nuestra propia ficción en la que ciegamente creemos, olvidando muchas veces el dinamismo de todo; no podemos tratar de vivir sin hacerlo, forma parte de nuestra realidad.

No debemos creernos superiores por ser racionales, es una cualidad como cualquier otra. Somos un segundo en la historia de la Tierra, una milésima de segundo en el Universo. ¿A qué se debe esa superioridad si solo conocemos los seres que habitan en la Tierra? Ya vale de creernos mejores por nuestra razón. Al fin y al cabo, puede que a miles de millones de años luz, en este o en otro Universo, haya una partícula, un ente, un descomunal ser, que posea una “súper razón”.

2. ¿Un ser sociable por naturaleza o por convención?

Conocemos las definiciones del ser humano de “animal político” (“pólis”: ciudad) o “animal social” gracias a Aristóteles. Se refería a que somos los únicos seres que viven en ciudades organizadas socialmente, con una serie de normas y leyes para convivir, que marcan qué está bien y qué está mal. Para este filósofo griego, la organización social es inherente a la naturaleza humana; es decir: somos seres sociales por naturaleza.

Hallamos el contrapunto a esta idea en Thomas Hobbes, John Locke y Jean-Jacques Rousseau; que imaginan un primer estado de naturaleza (hipótesis de trabajo) y piensan que la sociedad es producto de un pacto por conveniencia.

Jean-Jacques Rousseau culpa a la sociedad (concretamente a la propiedad privada) del egoísmo y de la crueldad del hombre. Imagina una primera armonía entre naturaleza y hombre, que se rompe al producirse una escasez de recursos, momento en el que los seres humanos se ven obligados a unirse para sobrevivir (antes no mantenían entre ellos más que meras relaciones reproductivas). Todo es idílico hasta que aparece la propiedad privada, lo que nos lleva a un “pacto social” para no devorarnos unos a otros.

Thomas Hobbes y John Locke imaginaron el estado de naturaleza como un momento caótico de lucha de unos contra otros (el hombre es egoísta y agresivo por naturaleza) hasta que el “pacto social” con sus normas y leyes permiten la convivencia. Hobbes legitima la monarquía absoluta: el orden existe gracias a ella, gracias al miedo al castigo ante infringir la ley. A Locke le interesa más que dichas leyes protejan la propiedad privada.

*     ¿Lo que nos define es que somos sociales por naturaleza, como dijeron Platón y Aristóteles? ¿O acaso lo somos por conveniencia, como dijeron Hobbes, Locke y Rousseau?

Considero inapropiado usar una definición universal del hombre en la que se diga “el hombre es social por naturaleza” o “el hombre es el animal social”, como decía Aristóteles; pues aunque creo que a un 90% de nosotros nos vendría dicha definición como anillo al dedo, siempre hay excepciones, seres asociales. Alejémonos, por tanto, de los tópicos.

Sin embargo, como ya he dicho, es cierto que la mayoría de nosotros somos esencialmente sociales: necesitamos de los demás para aprender, para que afloren ciertas emociones en nuestro interior, para crecer como personas (ser solidarios, generosos, saber escuchar…). Necesitamos de los demás porque el completo aislamiento podría robarnos la cordura.

En cuanto a Hobbes, Locke y Rousseau, opino que han empleado sus hipótesis del estado de naturaleza con vistas a justificar ciertos comportamientos humanos.

En este sentido, coincido con Hobbes en que sin autoridad se desataría el caos, pues la convivencia muchas veces se da solo porque conviene evitar el castigo ante incumplir una norma. Así justificaríamos que los males del hombre queden en múltiples ocasiones parcialmente aplacados por la ley.

No obstante, una explicación a la existencia de la bestia de nuestro interior, es la que Rousseau propone, culpando a la sociedad, a la propiedad privada (no iría desencaminado cuando hemos matado por un poseer un trozo de tierra). Y hoy mismo, vemos que la sociedad (cultura, política, religión, familia, educación, entorno…) incide de tal modo sobre nosotros que puede determinar en gran medida nuestra forma de ser, tanto para bien como para mal.

Con todo, pienso que somos tan distintos e irrepetibles que no creo en una única naturaleza humana, sino que cada uno constituye la suya propia, como si nuestra naturaleza fuera una balanza de bien y mal que puede inclinarse más para un lado que para el otro, con infinitud de matices personales.

3. ¿Un ser condicionado o determinado?

Jean Paul Sartre defiende que el ser humano es libertad, que está condenado a ser libre. Piensa que nuestra manera de ser se va definiendo en base a nuestras elecciones y que siempre disponemos de un margen de libertad; no podemos eludirla, siempre existen opciones. Según Sartre, la libertad es nuestro componente esencial y básico.

En cambio, Baruch Spinoza sostiene que la libertad humana es una ficción, pues aun cuando creemos actuar libremente, no sabemos determinar todas las causas que nos han llevado a comportarnos de ese modo. Si pudiésemos conocer con precisión todos esos motivos y estímulos que afectan a una persona, sabríamos con claridad sus elecciones. Estamos determinados, no tenemos libertad para elegir.

*     ¿Es la libertad lo que nos define como seres humanos, como dijo Sartre? ¿O la libertad es una ficción, como dijo Spinoza?

Como ya decía Kant, el conocimiento humano tiene límites.

La libertad es una respuesta ante una laguna de desconocimiento: como ni siquiera nosotros mismos podemos conocer todas las razones y estímulos que inciden en nosotros y nos llevan a elegir algo, decimos que hemos tomado esa decisión con libertad, nos creemos libres, cuando en realidad lo que ocurre es que, siguiendo a Spinoza: somos ignorantes de cada una de las causas de elección.

A pesar del omnipresente determinismo, muchos estímulos o causas ante una elección son tan repentinos que incluso nuestras reacciones en un momento dado podrían sorprendernos. Nunca podremos asegurar cómo va a reaccionar alguien, cualquier factor repentino podría afectarle en la milésima de segundo previa a su reacción y rompernos los esquemas del comportamiento que esperábamos presenciar. Esto es: somos impredecibles, pero no libres.

Por otra parte, nunca elegimos qué sentir, qué pensar. Pongamos el ejemplo de que estoy en un mi casa con un amigo y digo la palabra “río”, lo cual hace que él se imagine un río, sin elegir imaginárselo. De igual modo, yo desconozco cuál ha sido el estímulo que me ha llevado a decir “río” y no “montaña” o “libro”. Se nos escapa ese algo que ha determinado el rumbo de nuestras mentes, y como desconocemos qué nos ha hecho esclavos de ese pensamiento, decimos que hemos pensado con libertad, pero esta no existe. De la misma manera, tampoco somos libres para elegir qué sentimos. Simplemente lo sentimos y ya está.

Como decía Spinoza,  la libertad humana es una ficción, pero parece que se nos hace necesario creer en ella, del mismo modo en que necesitamos pensar que todo tiene un por qué o  que es fiable nuestro sistema de conocimientos establecido.

Necesitamos creernos libres porque el determinismo da miedo, aterra pensar que la libertad no existe, ese término solo plagado de connotaciones positivas.

Para acabar, juntando las palabras de Sartre y Spinoza, podría construir mi propia sentencia: Estamos condenados a creer en una ficción que llaman libertad.

4. ¿Un ser frágil pero que tiene dignidad?

El ser humano es el único ser consciente de su inevitable destino: la muerte, que todo lo iguala. Por ello, Platón dice que la filosofía es una “preparación para la muerte”, haciendo así que nuestra vida cobre importancia al saber que es limitada.

El pensador Immanuel Kant, defiende que lo que nos diferencia del resto de seres es la indiscutible singularidad de cada individuo de la raza humana. Califica con el nombre de dignidad a esta cualidad diferenciadora. Los seres irracionales pueden ser medios, pero el ser humano debe ser respetado: tiene valor absoluto.

*     ¿Es acaso la consciencia de que vamos a morir lo que nos define como personas? ¿O es nuestro carácter único e irrepetible, como dijo Kant?

La consciencia de nuestra muerte no podría servir para definirnos porque su existencia viene dada por la de la razón. Si tuviéramos que hacer una lista de qué nos define como personas, estaría encabezada por el derecho a la dignidad (aunque no siempre se respete), seguida por los sentimientos (empatía, euforia, tristeza, solidaridad…), seguida por la equivocación (aun creyéndonos en lo cierto podría nuestra base de conocimientos estar contaminada de errores), por la racionalidad… En esta racionalidad entra la consciencia de muerte.

Aunque sí que coincido con Platón en que la conciencia de muerte proporciona una mayor importancia a la vida. Si mientras vivimos no supiéramos que vamos a morir, ¿dónde quedan las preguntas metafísicas del más allá? ¿Y quién se esforzaría por aprovechar y saborear cada instante, creyendo siempre el mañana asegurado? ¿Quién se impacientaría por alcanzar sus metas si piensa que tiene un tiempo infinito para llegar a ellas? Por lo tanto esta conciencia, aunque no nos defina, determina una parte de nuestra forma de ser y actuar.

Por otro lado, como Kant dice: tenemos un carácter único. Por muchas cosas que tengamos en común, la existencia de la infinitud de particularidades que nos diferencian unos de otros se ha de tener en cuenta a la hora de hacer una aproximada definición de qué es ser persona.

Por supuesto, coincido en que tenemos valor absoluto. Reitero que TODA persona merece dignidad y debe ser respetada. No obstante, para Kant, las vidas de los animales sí que tienen precio. En mi opinión, en realidad el valor absoluto es igual tanto para animales como para personas: todo ser vivo vale lo mismo. Lo que ocurre es que, el ser humano, en la posición soberana concedida por la razón, emplea a muchos seres irracionales como medios, por puro egocentrismo: para sobrevivir, progresar o satisfacer necesidades secundarias.

5. ¿Un ser que es cuerpo y alma?

La postura dualista de Platón sostiene que somos cuerpo y alma, siendo más propia del hombre esta última. El cuerpo sufre cambios mientras que el alma es inmutable e inmortal. Así, el cuerpo es la cárcel del alma y la muerte es su liberación. Hay que intentar que el alma no se contamine de los impulsos e instintos del cuerpo.

Aristóteles pensó que alma y cuerpo son una unidad indisoluble. Asimismo, Gabriel Marcel defendía que  los seres humanos son “espíritus encarnados”: poseemos una dimensión subjetiva completamente privada.  Gracias al cuerpo podemos establecer relaciones con otros.

Por otra parte, el filósofo español Pedro Laín Entralgo entiende al ser humano como una estructura, como un todo, en el cual alma y cuerpo se interrelacionan. Con respecto a la muerte, pensó primero que con ella todo lo que es el ser humano desaparece y después, apoya la trascendencia del alma (que no se agota en el cuerpo).

*     ¿Somos cuerpo y alma? ¿O somos una unidad indisoluble? ¿Somos "espíritus encarnados”? ¿O acaso somos estructura?

Empezaré diciendo que no apoyo el dualismo de Platón, al separar al alma del cuerpo y pensar en la muerte como el momento de apoteosis, pues el alma se libera. Si fuera así: ¿qué importancia tendría la vida? Además, coincido con Nietzsche en que Platón se equivoca al condenar la materia, los deseos, el instinto, el devenir: la vida.

Por otro lado, coincido con Gabriel Marcel: tenemos una dimensión subjetiva absolutamente privada y gracias al cuerpo, provisto de sentidos, podemos relacionarnos con los demás y con el mundo. Así, ambas dimensiones se entrelazan e interrelacionan: somos estructura, resultante de la suma de esa doble dimensión corporal y anímica.

Entonces, retomando el insistente tema de la muerte, yo creo que la existencia humana es trascendente. Me niego a pensar que todo lo que somos desaparece al morir. Si por ejemplo, yo muriera, imaginemos que toman mi ADN, mis experiencias vividas, mis gustos y mis pensamientos. No podrían concebirme de nuevo. Faltaría algo. Ese “algo”, no se recicla como la materia, por lo que no se puede destruir.

Con respecto a esa trascendencia de mi alma, no sé qué ocurriría, no sé dónde queda su destino tras el fin, dónde queda más allá. Aun así me aventuro a hacer una propuesta:

Quizá como nuestra naturaleza es una balanza de bien y mal, su grado de inclinación determinará cómo será la nueva vida de nuestra alma. Por eso, todas las personas que han sufrido un paro cardíaco y han regresado a la vida después, narran ciertas experiencias. Desagradables las de unos pocos, una luz brillante para otros. Entonces, quizá la nueva vida del alma sea un estado de trance sujeto a estas nuevas experiencias, en alguna otra dimensión inalcanzable a la experiencia sensible.

REFLEXIÓN FILOSÓFICA 2: Todos podemos ser filósofos.

FILOSOFÍA.

Todos podemos ser filósofos. Está claro que para serlo no hay que cumplir un perfil determinado y preciso. Pero si observo la realidad, me podré preguntar, por ejemplo: ¿qué hay después de la muerte? Y ansiaré saberlo. Cavilaré unos cuantos días en las horas muertas, o antes de dormirme. La duda me invadirá y lo más seguro es que reflexione y reflexione hasta que pueda llegar a alcanzar mi propio punto de vista, que no sería nada claro. Y siendo consciente de que si escribo lo que pienso, llegue otro y diga que es mentira, porque es una pregunta que nos hace razonar de manera libre, y como somos diferentes, pues razonaremos de modo distinto. Una semana después de haber pensado en aquel asunto que ya casi parece algo lejano, voy y reparo en que mi respuesta ya no me parece acertada, y añadiré la pregunta a la larga lista de cosas que me quedan por saber y luego, están las otras muchas que no están anotadas pero que igualmente desconozco.  Por lo tanto, me contradigo, y me doy cuenta de que para ser filósofo tienes que sentir ganas de conocer el mundo, dudar y ser consciente de la infinitud de cosas que te quedan por saber, y de que nunca estará todo descubierto.

La admiración es anhelo, son las ganas y la pasión por conocer la realidad que nos rodea.  Es ese algo que se sacude dentro de nosotros cuando se despierta nuestra curiosidad, y de repente, nos vemos involucrados y llenos de interés.

Mientras tanto, las dudas nos rodean, nos envuelven, nos corroen, nos empapan. Están en todas partes, mires a donde mires hay un pregunta que quizá no veas hoy y quizá mañana sí, o quizás, nunca. Porque aparte de saber que jamás nos preguntaremos a nosotros mismos todas las preguntas interesantes posibles por formular, está claro nunca terminaremos de saberlo todo. Nadie. Solo basta saber que el universo es infinito para darse cuenta de ello.

Por otra parte, el interés y la necesidad de saber nunca se acabarán por las cuantiosas preguntas abiertas que el mundo y la realidad, a través de la Filosofía, nos dejan. No me refiero a que haya preguntas que no puedan ser contestadas. Me refiero a que habrá tantas contestaciones como personas en el mundo, porque la Filosofía es reflexionar con libertad.

No menos importante es la consciencia de la propia ignorancia, pues es característica del verdadero filósofo, que se verá “cabalgando a caballo entre la ignorancia, de la que es consciente, y la sabiduría, que no termina de alcanzar”. ¿Cómo iban a entrarle a alguien las ganas de aprender si piensa que ya lo sabe todo? ¿Cómo alguien que se cree que lo tiene todo aprendido va a interesarse en preguntarse cosas sobre los misterios de esta vida? Si ya lo sabe todo… (Y lo que no sabe es lo equivocado que está). Se ve reflejado todo esto en las palabras de Pitágoras al replicar ante el rey que él no era sabio “sofos”, sino que era “filósofo”, pues anhelaba saber.

Para concluir, decir que la admiración, la duda y la consciencia de la propia ignorancia son tan importantes para la Filosofía que incluso me atrevería a decir que la definen. Veamos, Filosofía significa amor a la sabiduría y para amar a la sabiduría es necesario: tener una actitud que nos disponga a aprender de todo lo que vivimos; es imprescindible la duda, porque es la que nos impulsa a querer saber; y, es de vital importancia admitir nuestra gran ignorancia, pues solamente aquel que piensa en la magnitud de cosas que le quedan por saber puede interesarse y preguntarse por ellas.

 

REFLEXIÓN FILOSÓFICA: La utilidad de la filosofía.

 ¿Cuál es la utilidad de la Filosofía?

“Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa.” Apoyo esta frase de Deleuze, pues uno de los principales objetivos de la Filosofía es conocer con verdad la realidad, usando la razón, y alejándonos así de la estupidez.

La Filosofía es la llave a la puerta de la verdad. Gracias a ella, podemos desenmascarar las mentiras, y así abrir esa puerta. Porque si somos filósofos no nos creeremos lo primero que nos digan, no lo asumiremos sin más. Nos cuestionaremos lo que los demás creen e incluso lo que pensamos nosotros mismos. No nos embaucarán, porque nuestra mirada irá más allá y no nos conformaremos. Haremos preguntas, y pediremos argumentos. Apartaremos la capa de maquillaje que cubre las cosas, y lograremos ver la realidad.

La Filosofía no conoce regla alguna, no está sometida a nada, sino que es libre y nosotros nos servimos de ella para usar la razón con libertad. Y el pensamiento nos hace libres.

Asimismo, la Filosofía nos ayuda a crecer como personas, haciéndonos pensar y apartar de nosotros los prejuicios filosóficos extendidos universalmente. A ver si nos deshacemos de ellos y de la amoralidad. No solo se trata de llenar nuestra mente con un montón de conocimiento, sino de llenarnos por dentro, invadir nuestro ser.

Entonces, estoy de parte de Deleuze cuando habla de dar una respuesta agresiva. Por favor, que no digan que la Filosofía no sirve para nada. Hoy en día, una manera de darse cuenta de que vivimos en una sociedad muy superficial es escuchar a la gente preguntar con desdén para qué sirve la filosofía, gritando con la mirada que no sirve para nada. Veamos, yo diría que son seres simples, porque si se hubieran parado a reflexionar un poco, se darían cuenta de todo lo que la filosofía hace por nosotros, si nosotros nos dejamos hacer, si nos hacemos un poco menos perezosos para razonar y si sentimos el significado de ese “Sapere aude!” que nos ha dejado lanzado Kant. ¿Cómo que la filosofía no tiene utilidad, si engloba todas las inquietudes de todos los saberes juntos? Y lo irónico, es que a esas personas que acabo de calificar como superficiales, llegue un día en el que las embargarán unas cuantas dudas y quizá por unos minutos sean filósofos sin siquiera pretenderlo.

Que lean esto, y luego me digan, que la Filosofía no es útil.

LITERATURA 1º BACH. RESÚMENES PRIMEROS CANTOS DE LA DIVINA COMEDIA.

 Esther Serrano Franco, 1º Bach. B.

RESÚMENES “Divina comedia”

CANTO I

Dante se ha perdido en una selva oscura. Entonces, llega al pie de una colina y descansa un poco. Al animarse a subirla, una pantera obstaculiza su camino. Cuando amanece, ve también un amenazante león (símbolo de la soberbia) y una loba (siendo una alegoría de la codicia, Dante da a entender que ha sido codicioso al decir que la loba le ha causado múltiples perjuicios). En el momento en el que la loba se acerca peligrosamente a Dante, aparece el poeta romano Virgilio, ante el cual el protagonista muestra su admiración, pidiéndole a su vez que le salve de la loba. Virgilio se ofrece a ayudarlo y sacarlo de ahí, para lo que tendrá que ser su guía a lo largo del Infierno.

CANTO II

Dante expresa su temor al viaje, pues no es un héroe como Eneas. A continuación, Virgilio le cuenta cómo la hermosa dama Beatriz le suplicó que lo ayudara. Beatriz y el poeta mantuvieron una conversación en la que la dama explica que no teme el Infierno porque Dios y la Virgen María la protegen. A Dante lo llenó de valentía y decisión para avanzar escuchar cómo Beatriz buscaba su ayuda y cómo Virgilio no dudó en socorrerlo.

CANTO III

Virgilio envalentona a Dante y entran en el Infierno, donde gritos y llantos forman un aire oscuro. El poeta le cuenta a Dante que están escuchando a las almas tristes de quienes pasaron desapercibidos y a ángeles que solo fueron fieles a ellos mismos. Todos ellos se sienten olvidados y despreciados. “Mira y pasa”-le dice Virgilio. Tenían el rostro manchado de sangre. Al final, llegaron a un río y se encontraron a Caronte (de rostro peludo y ojos encendidos), que estaba disgustado por ver a un mortal allí y se negó a llevarlo en barca al otro lado.

CANTO IV

Dante despierta de repente en el primer círculo del Infierno: el Limbo, donde han ido a parar los que no han sido bautizados, como el mismo Virgilio. El ambiente es denso y oscuro. Virgilio, apesadumbrado por las almas que allí se hallan toma la delantera y le aclara a Dante que es pena lo que siente, y no miedo. Encuentran a cuatro grandes escritores: Horacio, Homero, Lucano y Ovidio. Después de conversar, caminan y cruzan un castillo amurallado, donde ven a numerosos personajes romanos, tanto reales como mitológicos. Por ejemplo: Electra, Héctor y Eneas; César y su hija Julia; y los sabios filósofos Tales, Sócrates, Platón, Anaxágoras, Empédocles, Heráclito… El propio Dante dice no ser capaz de dar detalles de todos. El grupo de escritores se divide: Virgilio se lleva a Dante a un lugar todavía más oscuro.

CANTO V

Bajan al segundo círculo, que es más pequeño. Ven primero a Minos. Escuchan muchísimos gritos y blasfemias contra Dios. Volando de un lado para otro, hay miles de sombras que son personajes como Semíramis o Dido, quienes representan el amor vicioso. Dante siente compasión por Francesca, la cual, conmovida, le contará su historia: ella aún está enamorada y su marido está condenado por haberla matado a ella y a su amante. El amor que conllevó a tal infidelidad nació de leer juntos por diversión. Mientras el espíritu hablaba, Dante se desmayó.

CANTO VI

Dante recobra el sentido y llega al tercero y lluvioso tercer círculo. El gran perro de tres cabezas, Cerbero, ladra amenazante. Sus ojos son rojos y tiene barba negra, con sus uñas desgarra almas. Virgilio le tira barro al perro y siguen su camino, pisando sombras. Una de estas habló con Dante. Se trataba de Ciacco, un parásito de la ciudad de Florencia. Le cuenta a Dante que está allí por culpa del ansia de comida en los festines de otros florentinos, y que hay muchos que se hallan en la misma situación que él por el mismo motivo. Dante se compadece por el espíritu triste, que se aleja de ellos. Continuaron caminando y hablando, hasta que encontraron al presidente del cuarto círculo (el de los avaros y pródigos): Pluto, dios romano de la riqueza.

CANTO VII

Pluto pronuncia una exclamación de rabia ante la presencia de los viajeros, los cuales continúan su camino. Bajan por una fosa, donde todos se entrechocan igual que ocurre con el estrecho de Escila y Caribdis. Ven a clérigos allí condenados por su avaricia. En una conversación, Virgilio corrige a Dante: la Fortuna no es dueña de nada, simplemente distribuye los bienes terrenales. Una ven cruzan un recinto, bajan al quinto círculo (el de los iracundos, los tristes sin motivo, los soberbios y los envidiosos), ven una fuente de negras aguas y se hallan frente la laguna Estigia. Allí hay gente llena de barro muy enfadada que se pelea entre sí; mientras que la gente acidiosa, suspira tristemente en el fondo del pantano. Dante y Virgilio se pasean observando lo que ocurre alrededor, hasta que llegan al pie de una torre.

CANTO VIII

Una pequeña embarcación se acerca hacia ellos. En ella navega  iracundo el arrogante Flegías (quien incendió el templo de Delfos) de sucia apariencia. Dante y Virgilio se suben a su barca y este último lo empuja, causando que la gente del fango haga de él una carnicería. A continuación, el próximo destino es la ciudad de Dite (donde las almas son condenadas por malicia), que está llena de fuego. Entonces, al llegar, miles de espíritus se indignan por ver a un vivo pasearse por un lugar exclusivo para muertos y piden que se marche sin su guía. Dante le suplica al maestro que no le abandone, pero Virgilio se ve retenido por unos demonios y el protagonista ha de pasar por los círculos del infierno él solo.