CASTE EJEMPLO COMENTARIO: COHERENCIA, COHESIÓN LÉXICO-SEMÁNTICA Y MODALIZACIÓN.
Ellos no se quedan en casa
Se me revuelven las tripas cuando veo en la tele a una chusma de famosetes diciéndole al personal: “Yo me quedo en casa”. ¡Y tanto que te quedas en casa! Pueden permitirse el lujo de qudarse en casa tumbaditos a la bartola en sus casoplones mientras afuera una muchedumbre borrosa tiene que salir a la calle a ganarse el pan y recolectar virus a porrillo en el metro o en el autobús, para compartirlos luego con compañeros infectados (porque, naturalmente, hay cientos de miles o millones de enfermos de coronavirus que no computan en las estadísticas oficiales) que recolectan, envasan o distribuyen los alimentos que esta chusma de famosetes (y tambié usted y yo) embaúla tan ricamente, sin que se les (ni se nos) caiga la cara de vergüenza. También se me revuelven las tripas (y me sacuden las náuseas) cuando escucho a nuestros gobernantes lacayos apelar constantemente a la “unidad” de los españoles, que según su retórica huera logrará resistir los embates del virus. Pero estos politicastros llevan toda la vida alimentando nuestras disensiones, cebando nuestras rencillas, azuzando una demogresca constante que los ha hechos fuertes, a costa de tornarnos a nosotros cada vez más débiles e impotentes, más enviscados en la anatemización del prójimo. Que unos tipejos que han hecho de las disensiones y la división social el cimiento de su hegemonía invoquen ahora la “unidad” causa, en verdad, repeluzno. Y, ahora, ¿de qué “unidad” hablan estos miserables? Durante décadas se han preocupado de modelar una disociedad de gentes ensimismadas en el disfrute de sus “derechos” (caprichos egoístas y a menudo aberrantes santificados mediante leyes inicuas), incapacitadas para el sacrificio y la renuncia, envenenadas de un emotivismo chorras al que le basta echar la lagrimilla en cuanto escucha una musiquita pegadiza o se le exhorta a retuitear cualquier mamonada sensiblera.A esta disociedad decréptita y narcisista se le solicita ahora que salga a los balones, para aplaudir retóricamente a los sanitarios a los que ni siquiera se provee de ropas adecuadas para evitar el contagio, o a berrear gregariamente una tonadilla del Dúo Dinámico. Y la disociedad decrépita y narcisista sale a los balcones, encantadísima de que su egoísmo salga tan barato; sospechando tal vez que estos aspavientos ternuristas no son sino experimentos sociológicos con los que los amos del cotarro calibran nuestro grado de mansedumbre, como se calibra la mansedumbre de una cobaya sometiéndola a mil enojosas pejigueras. A fin de cuentas, a nosotros sólo nos someten a unas pocas: la hipocresía de los aplausitos, la matraca de la cancioncita dinámica, el heroísmo democrático de lavarnos las manos y la pelmada de quedarnos en casa. Pero los duelos con porno son menos. Y, en cualquier caso, quedarse en casa es mucho menos sufrido y expuesto que salir a la calle cada día a ganarse el pan y recolectar virus. La única “unión” social verdadera ante una plaga de estas características hubiese exigido, primeramente, aislar de su influjo a nuestros ancianos y enfermos y, en general, a la población más vulnerable; y a continuación, obligar a toda la población sana a seguir activa (y no desde su casa, sino desde sus respectivas empresas). De este modo se hubiese generado una auténtica solidaridad nacional, una unión indestructible entre quienes desempeñan oficios manuales y profesiones liberales, entre agricultores y funcionarios, entre currantes de la economía real y los ejecutivos de la economía financiera, que así se habrían intercambiado solidariamente virus y anticuerpos y habrían aprendido a remar en el el mismo barco. Lo que se ha hecho, por el contrario, sólo servirá para abrir una brecha insalvable entre los unos (damnificados) y los otros (beneficiarios o siquiera indemnes), que no hará sino generar más rencillas y resentimientos, más odios supurantes que algún día acabarán estallando. Pero tal vez para entonces la chusma y la patulea de gobernantes ineptos ya se haya puesto a salvo, en algún paraíso fiscal o búnker blindado contra virus y virulencias; y, como suele ocurrir en todos los crepúsculos de la Historia, también entonces pagarán justos por pecadores.
Juan Manuel de Prada, XL Semanal, 30/03/2020
Coherencia
El tema del texto es la crítica a
las decisiones egoístas de los políticos en la crisis del coronavirus y el
consecuente incremento de la desigualdad social.
La tesis que defiende el autor se
haya de la línea 39 hasta la 41. Explica en esa oración que la decisión que los
políticos han tomado frente a la crisis del coronavirus, en lugar de contribuir
a la cohesión social, provocará lo contrario: aumentará la tensión y
conflictividad social entre los perjudicados y el resto.
El resumen del texto podría ser
el siguiente:
Las decisiones políticas de la
crisis del coronavirus no afectan a todos por igual, sino que acentúan las
desigualdades sociales ya existentes e incluso pueden provocar conflictividad
entre los colectivos que salen malparados y los que no. Mientras los adinerados
pueden quedarse en casa, hay gente que ha de seguir trabajando; no puede haber
confinamiento para ellos. Los políticos han decidido esto por su comodidad,
mientras hablan de justicia y cohesión social hipócritamente. Las masas
escuchan y se creen los mensajes (y obedecen al ritual de los aplausos). En
contraposición, si se hubiera aislado a enfermos y sujetos de riesgo y todos
los demás, y no solo unos pocos, siguieran trabajando, sí que podríamos hablar
de unidad social.
Analizaremos a continuación
algunos de los argumentos más destacados del texto:
Encontramos un argumento de
criterio sapiencial: el autor se apoya en el popular dicho ‘pagarán justos por
pecadores’, en la última línea del texto. Pretende con ello poner de
manifiesto, que al final, son siempre los mismos los que acaban perjudicados:
aquellos que no poseen el poder, puesto que los que sí lo tienen pueden acceder
a todo tipo de medios de seguridad y comodidad.
En segundo lugar, localizamos en
el tercer párrafo un argumento de causa y efecto: si se hubiera seguido la
propuesta del periodista (aislar solo a enfermos y población vulnerable y
continuar con la actividad laboral) podríamos hablar de ‘solidaridad nacional’
(efecto: línea 34 a 38).
En el primer párrafo encontramos
a lo largo de la última oración un argumento de generalización indiscutible: se
trata de un argumento moral. Viene a decir que no es éticamente correcto que
mientras unos están ‘en casa tumbaditos a la bartola en sus casoplones’, otros
deban seguir con su trabajo, a pesar de que corren el mismo riesgo de
infectarse que la ‘chusma de famosetes’ para la que trabajan.
Localizamos también un argumento
de analogía entre las líneas 25 y 27: se comparan dos hechos diferentes que
tienen algo en común. Los humanos y las cobayas parecen no tener nada que ver;
sin embargo, ambos pueden ser sujetos de un ‘experimento’ (sociológico en
nuestro caso) cuyo fin sea la domesticación. Critica así al poder político
responsable de dicho experimento.
En cuanto a la estructura
interna, el texto podemos dividirlo en introducción (línea 1 a 8), cuerpo
argumentativo (línea 9 a 39) y conclusión (línea 40 a 44). En la introducción
el periodista Juan Manuel de Prada presenta el tema principal: existe una clara
división en la sociedad con respecto a cómo se vive la cuarentena. Así, en el
cuerpo argumentativo, enfatiza su atención en gente adinerada, pero
concretamente políticos, que pretender dar una imagen de lo que no son, una
imagen de solidaridad, que por desgracia las masas se creen. Y además,
comprueban la eficacia de su poder cuando proponen cosas como salir a aplaudir
a cierta hora y se les hace caso. Pero la medida (menos cómoda para los
políticos) que no perjudicaría a la sociedad sería aislar solo a los enfermos e
individuos de riesgo. Por último, en la conclusión, afirma que esta crisis, que
no afecta a todos por igual, no hará más que aumentar las desigualdades
sociales; y sobre todo el odio y resentimiento entre los que salen malparados y
el resto. No obstante, al final, quien tiene el poder, tiene la seguridad y
comodidad en sus manos.
Cohesión léxico-semántica
Los mecanismos léxico-semánticos
establecen vínculos mediante las repeticiones de palabras o lexemas, o a partir
de distintas relaciones semánticas. Analizaremos a continuación tres mecanismos
de este tipo:
En primer lugar, destacan varias
recurrencias léxicas, que giran en torno al tema del confinamiento y al
contexto de crisis del coronavirus: ‘casa’, ‘virus’, ‘disociedad’. Algunos de
los lexemas que se repiten podemos configurarlos en familias léxicas: casa y
casoplones; virus y virulencias; aplaudir y aplausitos.
Por otro lado encontramos algunos
ejemplos de sinonimia: el periodista se sirve de musiquita y tonadilla
(sinonimia total) para evitar su repetición; y también de la palabra
cancioncita, que es un sinónimo contextual de los anteriores. Lo emplea siempre
para referirse a las canciones que se cantan por el balcón, que no ayudan en
realidad a mitigar la división social que se ha establecido. Otro caso de
sinonimia (total) se da entre las palabras oficios y profesiones; pero el caso
de sinonimia más importante del texto es referencial, y el referente son los
gobernantes. La conforman las siguientes palabras: gobernantes, politicastros,
tipejos, miserables.
Por último, señalar el campo
semántico de trabajadores (agricultores, gobernantes, funcionarios, ejecutivos)
y el de población vulnerable (enfermos, ancianos).
Modalización
La modalización es el conjunto de
marcas lingüísticas que evidencian la presencia del emisor en el texto, así
como su subjetividad.
En primer lugar, detectamos la
presencia del autor por el uso de deícticos en primera persona. Ejemplos de
ellos son los verbos en primera persona (veo, escucho) y los pronombres nos y
nosotros. También trata de acercarse al lector empleando el plural de modestia
(pronombres nos, nuestros y nosotros) para generar complicidad; si bien es
cierto que utiliza el vocativo ‘usted’ en una ocasión, para mostrar su respeto.
En segundo lugar, la modalización
expresiva se configura fundamentalmente a través de la modalidad oracional
exclamativa a inicio del primer párrafo o la modalidad interrogativa (pregunta
retórica de la primera línea del tercer párrafo) que reflejan su indignación.
La modalización valorativa se
articula fundamentalmente gracias a la derivación y al léxico valorativo. Esta
derivación valorativa consiste en sufijación apreciativa con una connotación
irónica e incluso burlesca hacia mensajes políticos y esa parte egoísta de la
sociedad. Encontramos diminutivos: ‘musiquita’, ‘aplausitos’, ‘tonadilla’,
‘cancioncita’, ‘lagrimilla’ y ‘tumbadito’.
Asimismo refuerza esta crítica mediante el léxico valorativo: al
sustantivo despectivo chusma lo acompaña el sustantivo ‘famosetes’ (sufijación
peyorativa) que viven en ‘casoplones’ (sufijación aumentativa y peyorativa), la
situación provoca ‘náuseas’, ‘vergüenza’, ‘repeluzno’. Los gobernantes
‘lacayos’, ‘ineptos’ son unos ‘politicastros’ (otra derivación despectiva),
‘miserables’… Con adjetivos calificativos describe a la sociedad: por un lado
está la parte perjudicada, (‘débiles’, ‘impotentes’); frente a la otra parte ‘decrépita’
y ‘narcisista’.
En cuanto a la modalidad
epistémica, podemos apuntar que el periodista parece querer reflejar que tiene
un alto grado de conocimiento sobre lo que afirma. Por ejemplo, cuando emplea
el adverbio ‘naturalmente’ para decirnos que son muchos los enfermos que no
aparecen en las estadísticas. Destaca aquí la locución adverbial ‘cientos de
miles o millones de enfermos’. Es modalizadora porque no se saben cuántos, pero
así deja constancia de que piensa que son muchísimos. La cuantificación también
se refleja con la palabra ‘muchedumbre’ que se refiere a quien ha de trabajar
fuera.
Por otro lado, Juan Manuel de
Prada utiliza las comillas para darle un tono irónico a la palabra ‘unidad’,
pues es lo que los políticos dicen promover, pero según el autor es lo que
están más lejos de lograr. Lo mismo ocurre con la palabra ‘derechos’; mediante
los paréntesis nos explica a qué se refiere: ‘caprichos egoístas y a menudo
aberrantes…’. Este uso que vemos de los paréntesis se repite en más ocasiones a
lo largo del texto: añade así comentarios subjetivos.
Además, hay coloquialismos que
llaman la atención por el cambio de registro (de estándar a coloquial) y con
los que refuerza su opinión en contra de los políticos y parte de la sociedad:
‘a la bartola’, ‘chusma’, ‘mamonada’, ‘chorras’, ‘matraca’, ‘pelmada’.
Por último, encontramos algunas
figuras retóricas: ‘crepúsculos de la Historia’ es una metáfora de épocas
desfavorables sucedidas lo largo de la historia; mientras que ‘remar en el
mismo barco’ es una metáfora que hace referencia a la igualdad social: todos
los trabajadores en la misma situación, no unos en barcos rotos y otros en
lujosos, siguiendo la metáfora de Prada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario