sábado, 22 de agosto de 2020

Diccionario filosófico nietzscheano

 

Diccionario filosófico nietzscheano

Antigriegos

‘Yo reconocí a Sócrates y a Platón como síntomas de decaimiento, como instrumentos de la disolución griega, como pseudogriegos, como antigriegos’.

Platón y Sócrates rechazaron los instintos, son dos cobardes que huyeron de la realidad y se refugiaron en un mundo ideal falso el cual, además, impusieron como el único verdadero y bueno. Ignoraron el devenir que es el componente principal de la vida misma, por miedo al enigma que suponía. Hicieron de la razón un tirano, rompiendo así el equilibrio apolíneo-dionisíaco que imperaba en Grecia. Condenaron todo lo dionisíaco (pasión, desorden, instintos, descontrol…) haciendo un tirano de lo apolíneo (lo racional, ordenado…).

Décadence

‘No solo el desorden y la anarquía admitidos en los instintos indican décadence en Sócrates: de igual modo también la indican la superfetación de lo lógico y esa malignidad-de-raquítico que lo caracterizan’.

‘Es un autoengaño por parte de los filósofos y moralistas imaginarse que, por hacer la guerra contra la décadence, ya salen de ella’.

Décadents son todos aquellos incapaces de asumir la realidad del devenir. Algunos no saben aprovechar sus instintos y son arrastrados al caos por ellos. Otros son enfermos, débiles, domesticados, optan por negar y reprimir la vida y todo lo vital (instintos). Inventan trasmundos imaginarios consoladores (los grandes conceptos de la metafísica occidental: razón, moral, lógica…). Estos décadents, lo son porque su débil voluntad de poder solo les permite sobrevivir aferrándose a todo lo racional y negando los impulsos y el devenir, que es demasiado enigmático como para aceptarlo como auténticamente real. Esa decadencia se ha propagado por Occidente y el resultado final será el nihilismo.

Aristócrata

‘… ¿se venga él de los aristócratas a los que fascina?..’.

Nietzsche menciona en el apartado ‘El problema de Sócrates’ en su obra ‘Crepúsculo de los ídolos’ a la aristocracia. Estos aristócratas no debemos entenderlos como individuos de  una clase social adinerada, que es el significado que adquiere este calificativo en la actualidad; sino como ‘los mejores’. Y los mejores, para Nietzsche son los más fuertes, con una fuerte voluntad de poder y una vida ascendente. Lo que plantea nuestro filósofo en el aforismo es que algunos decadentes como Sócrates, se han servido de instrumentos que derivan de la razón como la dialéctica, para embaucar a los aristócratas, que entren en su juego y así convertirlos en decadentes. Todo ello fruto de la envidia.

Por otra parte, podemos señalar que Platón usó el término aristocracia y también lo hizo para referirse a ‘los mejores’, pero lo hizo con fines políticos, interpretando el término por su significado etimológico ‘gobierno de los mejores’. No obstante, los mejores para Nietzsche no son los mejores para Platón. Este último, en lugar de referirse a hombres libres que siguen sus impulsos,  para él son aristócratas los más sabios y preparados para gobernar (filósofo-gobernantes).

Mejoramiento

‘Llamar a la doma de un animal su ‘mejoramiento’ es a nuestros oídos casi una broma. Quien sabe lo que sucede en las casas de fieras duda de que en esos sitios se ‘mejore’ a la bestia’.

Este término aparece siempre entre comillas porque Nietzsche lo utiliza de manera irónica, pues con él se refiere precisamente a lo contrario, porque la doma de un animal no es más que su debilitamiento. Cuando el autor nos dice que desde la antigüedad se ha querido ‘mejorar’ a los seres humanos, se refiere a que siempre se ha querido dirigir su comportamiento y su vida a través de una moral que impone reglas y coarta la libertad. Por eso la moral no es ningún mejoramiento, porque convierte al fuerte en enfermo mediante métodos represivos (decir no a los instintos=negar la vida). Así, hay dos tipos de moral, dos tipos de mejoramiento: la doma y la cría.

Metafísica

‘…monstruosidad y todavía-no-ciencia: quiero decir, es metafísica, teología, psicología…’

La metafísica es contraria a la vida. Para Nietzsche la vida es cambio, devenir, y la metafísica es un intento de momificar la realidad a través de conceptos estables, permanentes e inmutables (alma, Dios, cielo, esencia…) en los que refugiarse ante lo que no podemos explicar (miedo al devenir). Los responsables de esta visión del mundo son filósofos clásicos como Platón y Sócrates y otros posteriores que siguen este camino de la racionalidad, como Descartes.

Dialéctica

‘Con Sócrates el gusto griego da un cambio brusco a favor de la dialéctica…’

La dialéctica se inmiscuye en la cultura griega por Sócrates, pero es solo un arma –producto de la razón- empleada por los más débiles. Es, por tanto, un síntoma de aquellos que tienen una débil voluntad de poder. En Sócrates, es el arte del diálogo, que para Nietzsche es algo inútil, ya que en los debates propiciados por este filósofo a ningún punto claro se llegaba. Para Nietzsche la verdad no necesitada ser demostrada, y mucho menos mediante argumentos y conceptos que pretenden persuadir de que lo que se afirma es lo único verdadero. Platón aprendió esto de su mentor Sócrates y lo aplicó a su teoría del filósofo gobernante: la dialéctica era el último escalón del camino del conocimiento de la educación del filósofo, siempre con el fin de encontrar definiciones universales y únicas. Esto para Nietzsche es momificar la realidad, no decir nada de ella, sino limitarla, no tener en cuenta el devenir que es el componente principal de la vida.

Nihilismo

El nihilismo es el vacío de sentido al que llegará Occidente cuando repare en que todo aquello en lo que ha creído ciegamente (razón, lenguaje, moral…) no tiene en su origen otra cosa sino el miedo al devenir de unos seres decadentes que necesitaban servirse de la razón para crear trasmundos alternativos estables, universos ficticios en los que confiar para sentirse seguros ante el enigmático mundo y así poder sobrevivir.

Así encontraremos dos tipos de nihilismo: el pasivo y el activo. Con el nihilismo pasivo asistimos a la desvalorización de los grandes valores tradicionales, pero todo está perdido y prevalece una actitud pesimista y no creativa. El nihilista pasivo tiene una débil voluntad de poder, es apático, aburrido. No obstante, el nihilismo activo se caracteriza por la muerte de Dios, que es la muerte de la cultura y sus valores. El tránsito del nihilismo pasivo al activo se refleja con tres etapas: partimos siendo camellos (etapas de asimilación de los valores), después está la etapa del león (crítica y destrucción de los valores) y por último, la del niño. El niño es la metáfora que nos lleva al superhombre, que es libre, es su propio Dios y crea sus propios valores.

Razón

Este término lo nombra Nietzsche en numerosas ocasiones. Veamos algunos ejemplos:

‘Cuando se tiene necesidad de hacer de la razón un tirano, como hizo Sócrates…’.

‘La “razón” es la causa de que nosotros falseemos el testimonio de los sentidos’.

‘…el prejuicio-de-la-razón nos fuerza a poner unidad, identidad, permanencia…’

La razón es uno de los cimientos de nuestra cultura occidental que Nietzsche rompe a martillazos con su filosofía. Es la manipuladora de nuestra experiencia de la realidad, es la ficción que crearon unos filósofos decadentes que temían el devenir, por lo que tras ella no hay nada vivo, nada real, ni siquiera un anhelo de hallar la verdad, ya que es únicamente el resultado del miedo. Así la razón es responsable del origen de la dialéctica, el lenguaje, la moral, la religión y en general, toda la metafísica. Todos esos elementos serán criticados por Nietzsche por su pretensión de establecer unas pautas fijas sin tener en cuenta el cambio ni la multiplicidad que caracterizan a nuestro mundo sensible.

Nos dice Nietzsche que Sócrates hizo de la razón un tirano. Esto quiere decir que la impuso como lo único válido, dejando de lado y despreciando todo lo dionisíaco (descontrol, instintos, apetitos, pasiones…), todo lo sensible y natural, negando así la vida misma.

Moral y ética

‘Toda la moral que predica el perfeccionamiento, incluida la cristiana, ha sido un malentendido...’.

Para Nietzsche toda moral es ‘contranatural’, es un artificio humano que tiene el objetivo de orientar nuestra vida. Cada moral es una interpretación más de la vida. Por tanto, será válida solamente como síntoma fisiológico. Así, distinguimos dos tipos de moral: la de los fuertes o señores, y la de los esclavos o débiles –nuestra moral occidental-.

La moral de señores es la moral de los fuertes. Para ellos lo ‘bueno’ es todo aquello que favorece la vida, su salud, su intensificación. Aprovechan sus impulsos y su energía creativa, satisfaciendo sus deseos y tensando sus pasiones hasta el límite. Crean sus valores sin tener en cuenta a los demás.

En contraposición a la moral de los fuertes, que viven plenamente la vida, están los débiles, que están fatigados y la niegan. Así, la moral de los débiles o esclavos se caracteriza por reprimir los instintos y las pasiones (que son nuestro componente vital), refugiándose siempre en trasmundos metafísicos, paraísos racionales de los que no tenemos experiencia sensible. Los débiles crean su moral por venganza y contraponiéndose siempre a los valores de los fuertes, con el objetivos de imponer su moral y convertir a la sociedad en un rebaño, en una sociedad gregaria que siga sus normas, que se rija por su ética.

Este último tipo de moral es la que impera en Occidente. Nietzsche lanza dagas envenenadas contra ella, principalmente por su dogmatismo (pretende establecer valores trascendentes, objetivos, absolutos, universales…), por su antivitalismo y por su intelectualismo (la idea impuesta culturalmente desde Sócrates de que el conocimiento lleva a la virtud, necesitando para alcanzarlo reprimir los instintos).

Moralistas

Nietzsche critica sagazmente a los moralistas, a los ‘mejoradores’ de la humanidad. El término aparece en bastantes ocasiones en su obra ‘El crepúsculo de los ídolos’:

‘Y, en realidad, ha habido moralistas consecuentes que han pretendido que el hombre fuera de otro modo, esto es, virtuoso, que han querido que fuera como ellos, esto es, un santurrón: por eso negaron el mundo’.

‘… ¿y cualquier mezquino holgazán que se las da de moralista ...’

‘Pero incluso cuando el moralista se dirige simplemente al individuo y le dice: “¡tú deberías ser de tal y tal manera!”, no deja de ponerse en ridículo.’

Los moralistas a los que Nietzsche critica son muchos (el sacerdote, filósofos…) y tratan de imponer diferentes normas y pautas de comportamiento al ser humano. Eso es lo que tienen todos en común: crean una moral que condena, intentan aprovecharse del hombre y rechazan todo aquello que sea distinto, intentando a toda costa hacer creer que su interpretación de la vida es la única válida y verdadera. Los moralistas son unos decadentes que no saben afirmar la vida, que son demasiado cobardes como para aceptar su multiplicidad y devenir, y por ello crean valores y pretenden que sean universales. El que no sigue la moral será ‘la oveja negra’ del rebaño, dado el carácter gregario que originan al imponer los mismos valores y ética para todos.

Lenguaje

‘…caemos en un fetichismo grosero cuando tomamos conciencia de los supuestos básicos de la metafísica del lenguaje, o, por decirlo más claramente, de la razón.’

Como leemos en el fragmento anterior, para Nietzsche el lenguaje es fruto de la razón, la creadora de mundos ficticios. El lenguaje nos ha hecho la vida más fácil y cómoda, pero no dice nada del mundo en que vivimos. Son meros conceptos que acotan y limitan la realidad, ya que utilizamos una misma palabra para cosas que son muy diferentes. Por ejemplo, uso la misma palabra (árbol) para referirme a un árbol hoy y para ese mismo árbol dentro de mucho tiempo, y probablemente este haya cambiado. Encontramos más elementos lingüísticos que permiten construir mundos artificiales: el término ‘yo’ nos convence de que siempre existe un sujeto; el verbo ‘ser’ fomenta la idea de que hay entidades permanentes; la estructura sujeto-predicado permite pensar la realidad en estructuras de causa-efecto (no todo tiene por qué tener una causa, el mundo es caótico); la polisemia permite hablar de cosas muy diferentes con un mismo concepto… Reducir la realidad a conceptos de este modo es la opción vital del metafísico, del fatigado de la vida. Por eso el lenguaje es un síntoma de nuestra fisiología.

Superhombre

El superhombre, übersmench (suprahumano) es un perspectivista lúdico y un artista de la vida. Es la culminación del tránsito del nihilismo pasivo al activo, que consta de tres etapas. Una vez la cultura occidental queda vacía de sentido, encontraremos nihilistas pasivos, pesimistas que asumían toda obligación (camellos, primera etapa). El camello ha de ser eliminado, tendrá que convertirse en león (critica los valores y los destruye, anuncia la muerte de Dios). Por último, este león, que no es libre porque está dominado por la venganza, tendrá que convertirse en niño (símbolo de la libertad) para crear sus nuevos valores. La metáfora del niño nos conduce al superhombre, que ama el riesgo y se convierte en su propio Dios, él es su religión. Incorpora el dolor como un elemento más enriquecedor que forma parte de la vida. Ignora los juicios de los demás y no cree en la igualdad, sino en la diversidad y la diferencia. No se deja convencer por el ‘rebaño’, es un solitario. El superhombre ni critica ni se queja, sino que vive la vida desde el deseo, desde sus impulsos vitales.

Voluntad de poder

En la obra arquitectónica han de quedar de manifiesto el orgullo, el triunfo sobre la fuerza de la gravedad, la voluntad de poder…’.

Schopenhauer define la voluntad de vivir como una especie de fuerza cósmica que se esfuerza por autoafirmar su existencia. Se empeña en negarla, alegando que está conformada por impulsos egoístas, mientras que Nietzsche la recoge y la llama voluntad de poder, defendiendo su realización práctica.

La voluntad de poder en la filosofía nietzscheana aspira a afirmar la vida (vitalismo), es la energía vital que nos lleva a actuar con el fin de autoafirmarnos. Es inconsciente, un impulso fisiológico. La voluntad de poder configura las pasiones y también la razón, es cambiante y necesita oposición y dolor para poder crecer. Carece de fin externo, se quiere por sí misma; es creativa y libre. Los límites los marca el poder, no la moral. Por último, la voluntad de poder tiene múltiples manifestaciones, porque las pulsiones son diversas que abarcan desde la crueldad a la generosidad. No tiene sentido calificarlas de correctas o incorrectas, puesto que son simples respuestas orgánicas.

Perspectivismo y subjetivismo

Para Nietzsche conocer no es un acto en el que aparece la esencia de las cosas, la verdad única y absoluta, sino una valoración hecha desde un individuo, por lo que todo es subjetivo y la totalidad son el conjunto de las distintas perspectivas. No hay una verdad única y universal, como nos quieren hacer creer muchos filósofos, moralistas, metafísicos… Todas las interpretaciones son igual de válidas. El mundo metafísico es solo la interpretación de los enfermos, que necesitan creer en la existencia de un mundo estable y no pueden aceptar que el resto de perspectivas diferentes a la suya son igual de válidas. Lo importante no es buscar un criterio desde el que unificar el sentido de la existencia, sino aprender a experimentar la vida sin un criterio absoluto de verdad.

Posteriormente, el filósofo español Ortega y Gasset también apoyará este perspectivismo.

Inmoralista

Nietzsche se considera un inmoralista, se sitúa más allá del bien y del mal:

‘La Iglesia ha pretendido siempre aniquilar a sus enemigos: nosotros, los inmoralistas y anticristianos, consideramos que obtenemos una ventaja del hecho de que subsista la Iglesia...’.

‘…los inmoralistas, que somos tan distintos, hemos abierto nuestro corazón a toda clase de conocimientos, de comprensiones, de aprobaciones. Nos resulta difícil negar…’.

Frente al moralista que intenta imponer su modelo de vida, negando las demás perspectivas, los inmoralistas las aceptan todas y no niegan nunca, siempre afirman y experimentan la vida. No intentan imponer nada a nadie y no se dedican a reprimir aquello que no coincide con su ideal. Comprenden y reivindican cada una de las diferentes manifestaciones de la vida, se aprovechan incluso de sus enemigos, hacen que su voluntad de poder crezca a través de ellos.

Castrar

‘La Iglesia combate las pasiones a base de extirpar, en todos los sentidos de la palabra: su medicina, su «terapia» consiste en castrar. ‘

El castradismo es una de las estrategias de los que niegan la vida, que no saben aprovechar las pasiones y los instintos y optan por reprimirnos para evitar el caos, la anarquía. Esta ‘cura’ o ‘terapia’ la introdujeron Sócrates y Platón, y sobre todo, la empleó el cristianismo, la Iglesia. Declararon la lucha contra las pulsiones y las aniquilaron. La razón se convirtió en un tirano.  Para justificar esta lucha, el cristianismo apela a Dios, a la culpa, al castigo… La consecuencia es que los instintos vitales más fuertes no se sentirán como placenteros sino como causa de sufrimiento. Así es como la Iglesia ataca a la vida en su raíz.

Fetichismo

‘…caemos en un fetichismo grosero cuando tomamos conciencia de los supuestos básicos de la metafísica del lenguaje, o, por decirlo más claramente, de la razón. Ese fetichismo ve por todos los lados a gentes y actos: cree que la voluntad es la causa en general; cree en el «yo», que el yo es un ser, una sustancia, y proyecta sobre todo la creencia en el yo como sustancia’.

El fetichismo es atribuir de manera irracional cualidades a ciertos objetos o en este caso, crear conceptos y asignarles un significado creyendo erróneamente que este se halla en la realidad. Ese es el fetichismo del lenguaje que Nietzsche critica. Así, nombra conceptos como ‘causa’, ‘yo’ o ‘sustancia’ que momifican la realidad porque son siempre los mismos pero esta no (el devenir es el componente principal de la vida). Además, la acotan, la delimitan, no designan su multiplicidad, porque son conceptos invariables. Sería necesario eliminar el lenguaje para deshacernos de su fetichismo y eliminar esta visión de la realidad, que pretende ser unívoca.

Error

‘En la medida en que la moral condena sin más, sin partir de consideraciones y sin atender las intenciones propias de la vida, constituye un error específico con el que no se debe tener compasión alguna, una idiosincrasia de degenerados, que ha hecho un daño incalculable.’

La moral que condena es un error para Nietzsche, algo típico de degenerados, decadentes, moralistas, que ha debilitado a los fuertes y se ha impuesto como si fuera la única interpretación válida de la vida. Pero este error es la causa directa de uno mayor: la confianza ciega de Occidente en la razón desde la antigua Grecia (Parménides, Sócrates, Platón…) que continua con el cogito cartesiano (siglo XVII), con Kant (siglo XVIII) y con el positivismo (siglo XIX). Otro error producto de la razón es el lenguaje, que intenta mediante conceptos racionalizar la realidad, hacerla comprensible, cuando en realidad no es algo con lógica o coherencia, tan solo caos y devenir.

Cura

‘…su fealdad, (…) lo expresaba a los ojos de todos modos: fascinaba, (…) aún más intensamente como respuesta, como solución, como apariencia de cura…’

En el aforismo 9 del apartado ‘El problema de Sócrates’ de la obra ‘Crepúsculo de los ídolos’ la cura es una cura irónica, es todo lo contrario: Sócrates extiende la enfermedad de la razón en Grecia, algo que se pagará caro en un futuro, cuando todos se den cuenta que detrás del origen de la razón solamente hay una fisiología decadente y miedo al devenir. Esto dará paso al nihilismo en la cultura occidental, que no se ha librado de la enfermedad, ya que confía en la razón ciegamente. Así, Sócrates la planteó como una cura ante la anarquía de los instintos, no tenía una voluntad de poder lo suficiente fuerte como para controlarlos y por ello optó por reprimirlos. Grecia siguió su ejemplo. Este filósofo generaba también admiración, fascinaba con su dialéctica.

Momia

‘Los filósofos creen que honran algo cuando lo sacan de la historia, cuando lo conciben desde la óptica de lo eterno, cuando lo convierten en una momia.’

 

Una momia es un cuerpo muerto, rígido e imperecedero. Eso es lo que hacen los filósofos-momia (Platón y Sócrates) con la realidad  cuando filosofan, según Nietzsche, puesto que la petrifican con sus conceptos. Ignoran el devenir y les caracteriza su carencia de sentido histórico.

Vitalismo

La propia vida –y no la razón, la moral o la fe- es el criterio de Nietzsche para valorar las acciones humanas, por eso su teoría es vitalista. Es la energía vital de cada individuo la que permite determinar su actitud ante la vida, sus decisiones y permite establecer una jerarquía natural entre los seres humanos. El sentido de la vida no es trascendente, sino que se encuentra en el cuerpo, a través del cual experimentamos la vida. El vitalismo es la teoría a la que llegamos mediante la voluntad de poder, la fuerza vital que nos mueve. Hay que decir sí a la vida, al contrario de lo que hacen los seres decadentes (sabios, filósofos, sacerdotes…) que tienen una débil voluntad de poder y reprimen los instintos (el componente vital esencial). Por eso nos dice: ‘Los más sabios de todas las épocas han pensado siempre que la vida no vale nada (…) se ha oído de su boca el mismo acento: un acento cargado de duda, de melancolía, de cansancio de vivir, de oposición a la vida.’

Mundo

‘No hay más mundo que el «aparente»: el «mundo verdadero» no es más que un añadido falaz.’

Lo que muchos filósofos han considerado ‘mundo aparente’ (Parménides, Sócrates, Platón…), alegando que los sentidos son engañosos y no nos permiten alcanzar el auténtico conocimiento, es en realidad el mundo en el que vivimos, el único mundo real. Crearon por miedo al enigma que consiste nuestro mundo cambiante un supuesto ‘mundo verdadero’, que calificaban como estable, auténtico, único. Pero no es más que ‘un añadido falaz’, una ficción de la razón que el débil crea para poder sobrevivir, porque no puede aceptar que lo real es el mundo sensible, que deviene, que es inestable. Para ellos el ‘mundo verdadero’ es accesible a la razón (o a la fe para algunos), pero es en realidad un mundo metafísico que solo sirve para autoengañarse.

Enfermedad

‘…síntoma de enfermedad, de decadencia, de agotamiento…’

Los enfermos para Nietzsche son aquellos cuya fisiología no es capaz de afrontar las manifestaciones de los instintos. Esto es, las manifestaciones de la vida. Y por eso las reprimen, porque temen las consecuencias que pueden derivar de esos impulsos que no saben controlar y aprovechar. Tienen una actitud de negación de la vida que indica debilidad. Desprecian este mundo y se sacrifica la vida por un mundo metafísico (que llaman verdadero) producto de la razón (del miedo) al que nunca accederán. Desconfían de los sentidos y de las pulsiones, de la energía vital. Se limitan a creer en ese trasmundo porque no tienen la fuerza para aceptar la vida tal y como es (cambiante, caótica, incoherente…) y luchar por crearla según sus propios valores.

Esto es lo que entiende Nietzsche por enfermedad. Y anuncia que esta se ha extendido por Occidente. La cultura occidental está enferma.

Ario

‘…la humanidad aria, totalmente pura, totalmente originaria…’

El origen de este término nos lleva al sánscrito, una lengua indoeuropea. Se significaba ‘honorable’. El término designa actualmente en un sentido étnico a los primitivos pueblos indo-iraníes. En el siglo XIX, se generalizó para denominar a todos los pueblos indoeuropeos originarios, los arios primitivos.

Nietzsche emplea el término en el primer sentido citado: no como un concepto racial, sino referido a un ‘origen honorable’. Representa aquellos pueblos superiores, cuyos valores son la fuerza vital, la afirmación de la vida, la vida ascendente.

Chandalas

‘…dispone que el único alimento permitido a los chandalas sean ajos y cebollas, puesto que la Escritura Sagrada prohíbe darles cereales…’

Son los individuos de la sociedad india no incluidos en ninguna de las castas en las que se organizan. Son productos del ‘adulterio’ o mezcla de castas. Quedan, por tanto, excluidos de la sociedad, sin ningún derecho. Contra ellos arremete la Ley de Manú (moral india), a través de normas crueles que los debilitan todavía más (no pueden escribir de izquierda a derecha, no pueden comer cereales, solo pueden beber agua de charcos, no pueden lavarse…).

Cristianismo o moral de la doma

‘El cristianismo es la inversión de todos los valores arios, el triunfo de los valores chandalas, el evangelio dirigido a los pobres e inferiores, la rebelión general de todos los oprimidos, miserables, malogrados y fracasados dirigida contra la «raza»’.

‘La moral de la cría y la moral de la doma son totalmente dignas la una de la otra en cuanto a los métodos que utilizan para imponerse.’

El cristianismo es una moral creada por débiles, que someten su voluntad a una entidad (Dios) que pertenece a un trasmundo ficticio (el cielo). Esta religión es el triunfo de los débiles. Ni siquiera respeta una jerarquía como la ‘moral de la cría’ (moral india), sino que el cristianismo o moral de la doma sitúa al débil en la cima de todo. Por ejemplo, el sacerdote, que predica dicha moral, pretendiendo evangelizar e imponer su ética, sin ser otra cosa que un resentido de la vida, un castrado de la vida. Porque eso es lo que hace la moral de la doma: mediante la promesa de alcanzar después de esta vida un mundo mejor (el cielo) instiga a reprimir los instintos vitales. Así, el cristianismo, según Nietzsche, ataca a la vida en su raíz. Inculca sentimientos de culpa (autodestructivos) y convierte a la ‘bestia rubia’ (prototipo de humano fuerte y libre) en un ser enfermo. La bestia se vuelve dócil, mansa, obediente. Como vemos, es algo antinatural. Por eso, para Nietzsche (aunque considera menos malas unas morales que otras) toda moral, toda religión, es ‘contranatural’.

Devenir

‘Su carencia de sentido histórico, su odio a la idea misma de devenir, su afán de estaticismo egipcio.’

El devenir es el cambio, el componente esencial de la vida según Nietzsche. Ante este, los filósofos-momia (Parménides, Sócrates, Platón) han creado un trasmundo ficticio donde todo es estable, eterno e inmutable, porque no sabían sobreponerse al devenir que rige nuestro mundo y lo convierte en algo enigmático, incoherente y caótico. Su voluntad de poder es débil y los débiles han triunfado, porque la razón y lo que de ella deriva (dialéctica, lenguaje, moral, religiones, metafísica…) se ha impuesto y ha llegado hasta nuestros días. Y por eso para Nietzsche la cultura occidental está enferma.

En contraposición, Nietzsche alaba a Heráclito porque este sí que consideraba el devenir como el componente principal de la vida, como lo único auténticamente real. Pero aún le reprocha una cosa: su trato para con los sentidos. Si bien es cierto que no los condena por el mismo motivo que los filósofos-momia. Estos descargaban su odio contra el cuerpo (para ellos es la cárcel del alma) y consideraban los sentidos engañosos por no mostrar la auténtica realidad, que era para ellos eterna y estable. Heráclito también los condena, pero porque para él no muestran el cambio, sino que nos ofrecen una visión estable y permanente de las cosas. No podemos captar el fluir de la realidad en sí.

Para Nietzsche, que filosofa a martillazos, están todos equivocados. Es injusto condenar a los sentidos porque no nos engañan, sino que nos muestran lo que hay y son nuestra única fuente de conocimiento de la realidad.

Griegos

‘Lo que yo he vislumbrado en los griegos ha sido su instinto más fuerte, la voluntad de poder…’

Aunque Nietzsche critique a Platón y a Sócrates, no tiene la misma consideración de todos los griegos. Por ejemplo, Tucídides y los sofistas (opuestos a la moral socrática). Pero lo que admira realmente de los griegos es el fuerte instinto vital, la voluntad de poder, que desencadenó luchas violentas. Ese instinto se plasmó en la necesidad de ser fuerte y hábil y también en sus fiestas (bacanales dionisíacas) y arte.

Instintos y pasiones

‘La moral que va en contra de la naturaleza, esto es, casi toda la moral que se ha enseñado, respetado y predicado hasta hoy, va precisamente en contra de los instintos…’.

‘Todas las pasiones tienen una época en la que resultan sencillamente nefastas, en la que subyugan a sus víctimas con el peso de su estupidez; y una época posterior, mucho más tarde que la otra, en la que se desposan con el espíritu, en la que se «espiritualizan»’.

Son fuerzas vitales arraigadas en lo corporal, pulsiones, apetitos, que nos impulsan y van unidas a la voluntad de poder. Se manifiestan de modos diferentes: instinto de crueldad, de dominación, de superación, de amar, de crear…

Al principio, nos explica Nietzsche, los impulsos son anárquicos, incontrolables, resultando nefastos para los seres humanos. La respuesta de los débiles (Sócrates, Platón, el cristianismo…) ha sido luchar contra esas pasiones hasta el punto de aniquilarlas. Nietzsche propone, en contraposición, espiritualizar las pasiones, embellecerlas, liberarlas, a través de una actitud vitalista, artística y creativa.

Ley de Manú o moral de la cría

‘La moral de la cría y la moral de la doma son totalmente dignas la una de la otra en cuanto a los métodos que utilizan para imponerse.’

Nietzsche llama a la Ley de Manú -moral que procede de la religión india- moral de la cría porque en ella se ‘crían’ cuatro castas o razas diferentes: sacerdotes, guerreros, comerciantes o agricultores y criados (sudras). Solo se permite el cruce entre individuos pertenecientes a una misma casta para lograr la ‘pureza de sangre’.

Nietzsche, aunque está en contra de toda moral, prefiere la moral de la cría a la moral de la doma (cristianismo), porque establece una jerarquía tal y como encontraríamos en la naturaleza. Por eso la moral de la cría es más natural. Sin embargo, no simpatiza con el hecho de que haya un sacerdote que se convierte en la autoridad que dicta las normas. Y también esta moral arremete contra los débiles (los chandalas, producto del cruce entre dos personas de castas diferentes), condenándolos, limitándolos, reprimiéndolos. Así se corre el riesgo de que los débiles se rebelen, ganen e impongan valores decadentes y opuestos a la vida.

Filósofos

‘La «mentira piadosa» constituye un patrimonio común de todos los filósofos y sacerdotes que han «mejorado» a la humanidad’.

Nietzsche critica a los filósofos por haber querido imponer una visión del mundo racional que es solo origen de su miedo al devenir del mundo sensible. Así, lanza sus dardos envenenados contra Sócrates, que introdujo la razón en Grecia e hizo de ella un tirano. Contribuirá también Platón a esta ruptura del equilibrio apolíneo-dionisíaco siempre a favor de lo apolíneo (orden, razón) y condenando lo dionisíaco (descontrol, pasiones) que no se sabe controlar ni aprovechar (débil voluntad de poder). Además, Platón con su dualismo ontológico-epistemológico (teoría de las Ideas) y su dualismo antropológico abre las puertas al cristianismo, que tanto deteste Nietzsche. La racionalidad continúa con el cogito cartesiano y Kant hasta llegar a nuestros días. Podríamos resumir los motivos por los que Nietzsche critica a los filósofos de la siguiente manera: no tienen en cuenta el devenir ni el transcurso de la historia y acotan la realidad con conceptos que no dicen nada de la realidad. Por eso los llama filósofos-momia, porque petrifican la realidad y crean trasmundos ficticios que rigen sus vidas y definiciones que consideran verdaderas, auténticas, imperecederas, inmutables; ignorando el devenir –que es la esencia de la vida- y negando los instintos –que son el componente principal del ser humano-.

Transvaloración

Es la transformación que han sufrido los significados de los conceptos ‘bueno’ y ‘malo’. En su origen indicaban la valoración propia de los nobles y los plebeyos, una realidad superior a la otra. Sin embargo, cuando los débiles, los esclavos, se rebelaron, estos términos pasaron a tener un significado moral: los valores nobles pasaron a considerarse malos y los del plebeyo, como buenos. Con la muerte de Dios y la llegada del superhombre se producirá otra transvaloración que devolverá el significado original de lo que es bueno o malo, más allá de la valoración moral, más allá del bien y del mal.

Hay una necesidad de cambiar los falsos valores (transvalorar) que imperan en la cultura occidental desde Sócrates, desde el momento en que se rompió el equilibrio apolíneo-dionisíaco y se invirtieron los valores.

Síntoma

‘Los juicios y las valoraciones relativas a la vida, en pro y en contra, no pueden ser nunca, en última instancia, verdaderos: sólo valen como síntomas…’

La creencia en entidades metafísicas, como Dios, o el Bien, son inventos humanos, que no designan nada de la realidad. Son ficciones que algunos individuos pretenden imponer. Son síntomas que revelan la enfermedad de aquellos individuos y sociedades que los mantienen.

Los juicios de valor contrarios a la vida son un síntoma de una determinada condición fisiológica enfermiza, de decadencia, de impotencia ante el devenir, de una débil voluntad de poder que no es capaz de crear sus propios valores y seguir sus instintos. De todo esto es síntoma la moral de muchos filósofos (Sócrates, Platón…) y la cristiana.

Zaratustra

‘…fin del más largo error; punto culminante de la humanidad; comienza Zaratustra…’

Es el filósofo protagonista de su obra ‘Así habló Zaratustra’, el Mesías que anuncia la llegada del nuevo humano, el superhombre, creador de valores y capaz de superar el nihilismo.

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