Diccionario filosófico nietzscheano
Antigriegos
‘Yo reconocí a Sócrates y a
Platón como síntomas de decaimiento, como instrumentos de la disolución griega,
como pseudogriegos, como antigriegos’.
Platón y Sócrates rechazaron los
instintos, son dos cobardes que huyeron de la realidad y se refugiaron en un
mundo ideal falso el cual, además, impusieron como el único verdadero y bueno.
Ignoraron el devenir que es el componente principal de la vida misma, por miedo
al enigma que suponía. Hicieron de la razón un tirano, rompiendo así el
equilibrio apolíneo-dionisíaco que imperaba en Grecia. Condenaron todo lo
dionisíaco (pasión, desorden, instintos, descontrol…) haciendo un tirano de lo
apolíneo (lo racional, ordenado…).
Décadence
‘No solo el desorden y la
anarquía admitidos en los instintos indican décadence en Sócrates: de
igual modo también la indican la superfetación de lo lógico y esa
malignidad-de-raquítico que lo caracterizan’.
‘Es un autoengaño por parte de
los filósofos y moralistas imaginarse que, por hacer la guerra contra la décadence,
ya salen de ella’.
Décadents son todos aquellos
incapaces de asumir la realidad del devenir. Algunos no saben aprovechar sus
instintos y son arrastrados al caos por ellos. Otros son enfermos, débiles,
domesticados, optan por negar y reprimir la vida y todo lo vital (instintos).
Inventan trasmundos imaginarios consoladores (los grandes conceptos de la
metafísica occidental: razón, moral, lógica…). Estos décadents, lo son porque
su débil voluntad de poder solo les permite sobrevivir aferrándose a todo lo
racional y negando los impulsos y el devenir, que es demasiado enigmático como
para aceptarlo como auténticamente real. Esa decadencia se ha propagado por
Occidente y el resultado final será el nihilismo.
Aristócrata
‘… ¿se venga él de los
aristócratas a los que fascina?..’.
Nietzsche menciona en el apartado
‘El problema de Sócrates’ en su obra ‘Crepúsculo de los ídolos’ a la
aristocracia. Estos aristócratas no debemos entenderlos como individuos de una clase social adinerada, que es el significado
que adquiere este calificativo en la actualidad; sino como ‘los mejores’. Y los
mejores, para Nietzsche son los más fuertes, con una fuerte voluntad de poder y
una vida ascendente. Lo que plantea nuestro filósofo en el aforismo es que
algunos decadentes como Sócrates, se han servido de instrumentos que derivan de
la razón como la dialéctica, para embaucar a los aristócratas, que entren en su
juego y así convertirlos en decadentes. Todo ello fruto de la envidia.
Por otra parte, podemos señalar
que Platón usó el término aristocracia y también lo hizo para referirse a ‘los
mejores’, pero lo hizo con fines políticos, interpretando el término por su
significado etimológico ‘gobierno de los mejores’. No obstante, los mejores
para Nietzsche no son los mejores para Platón. Este último, en lugar de
referirse a hombres libres que siguen sus impulsos, para él son aristócratas los más sabios y
preparados para gobernar (filósofo-gobernantes).
Mejoramiento
‘Llamar a la doma de un animal su
‘mejoramiento’ es a nuestros oídos casi una broma. Quien sabe lo que
sucede en las casas de fieras duda de que en esos sitios se ‘mejore’ a la
bestia’.
Este término aparece siempre
entre comillas porque Nietzsche lo utiliza de manera irónica, pues con él se
refiere precisamente a lo contrario, porque la doma de un animal no es más que
su debilitamiento. Cuando el autor nos dice que desde la antigüedad se ha
querido ‘mejorar’ a los seres humanos, se refiere a que siempre se ha querido
dirigir su comportamiento y su vida a través de una moral que impone reglas y
coarta la libertad. Por eso la moral no es ningún mejoramiento, porque
convierte al fuerte en enfermo mediante métodos represivos (decir no a los
instintos=negar la vida). Así, hay dos tipos de moral, dos tipos de mejoramiento:
la doma y la cría.
Metafísica
‘…monstruosidad y
todavía-no-ciencia: quiero decir, es metafísica, teología, psicología…’
La metafísica es contraria a la
vida. Para Nietzsche la vida es cambio, devenir, y la metafísica es un intento
de momificar la realidad a través de conceptos estables, permanentes e
inmutables (alma, Dios, cielo, esencia…) en los que refugiarse ante lo que no
podemos explicar (miedo al devenir). Los responsables de esta visión del mundo son
filósofos clásicos como Platón y Sócrates y otros posteriores que siguen este
camino de la racionalidad, como Descartes.
Dialéctica
‘Con Sócrates el gusto griego da un cambio brusco a favor de
la dialéctica…’
La dialéctica se inmiscuye en la
cultura griega por Sócrates, pero es solo un arma –producto de la razón-
empleada por los más débiles. Es, por tanto, un síntoma de aquellos que tienen
una débil voluntad de poder. En Sócrates, es el arte del diálogo, que para
Nietzsche es algo inútil, ya que en los debates propiciados por este filósofo a
ningún punto claro se llegaba. Para Nietzsche la verdad no necesitada ser
demostrada, y mucho menos mediante argumentos y conceptos que pretenden
persuadir de que lo que se afirma es lo único verdadero. Platón aprendió esto
de su mentor Sócrates y lo aplicó a su teoría del filósofo gobernante: la
dialéctica era el último escalón del camino del conocimiento de la educación
del filósofo, siempre con el fin de encontrar definiciones universales y
únicas. Esto para Nietzsche es momificar la realidad, no decir nada de ella,
sino limitarla, no tener en cuenta el devenir que es el componente principal de
la vida.
Nihilismo
El nihilismo es el vacío de
sentido al que llegará Occidente cuando repare en que todo aquello en lo que ha
creído ciegamente (razón, lenguaje, moral…) no tiene en su origen otra cosa
sino el miedo al devenir de unos seres decadentes que necesitaban servirse de
la razón para crear trasmundos alternativos estables, universos ficticios en
los que confiar para sentirse seguros ante el enigmático mundo y así poder
sobrevivir.
Así encontraremos dos tipos de
nihilismo: el pasivo y el activo. Con el nihilismo pasivo asistimos a la
desvalorización de los grandes valores tradicionales, pero todo está perdido y
prevalece una actitud pesimista y no creativa. El nihilista pasivo tiene una
débil voluntad de poder, es apático, aburrido. No obstante, el nihilismo activo
se caracteriza por la muerte de Dios, que es la muerte de la cultura y sus
valores. El tránsito del nihilismo pasivo al activo se refleja con tres etapas:
partimos siendo camellos (etapas de asimilación de los valores), después está
la etapa del león (crítica y destrucción de los valores) y por último, la del
niño. El niño es la metáfora que nos lleva al superhombre, que es libre, es su
propio Dios y crea sus propios valores.
Razón
Este término lo nombra Nietzsche
en numerosas ocasiones. Veamos algunos ejemplos:
‘Cuando se tiene necesidad de
hacer de la razón un tirano, como hizo Sócrates…’.
‘La “razón” es la causa de
que nosotros falseemos el testimonio de los sentidos’.
‘…el prejuicio-de-la-razón
nos fuerza a poner unidad, identidad, permanencia…’
La razón es uno de los cimientos
de nuestra cultura occidental que Nietzsche rompe a martillazos con su
filosofía. Es la manipuladora de nuestra experiencia de la realidad, es la
ficción que crearon unos filósofos decadentes que temían el devenir, por lo que
tras ella no hay nada vivo, nada real, ni siquiera un anhelo de hallar la
verdad, ya que es únicamente el resultado del miedo. Así la razón es responsable
del origen de la dialéctica, el lenguaje, la moral, la religión y en general,
toda la metafísica. Todos esos elementos serán criticados por Nietzsche por su
pretensión de establecer unas pautas fijas sin tener en cuenta el cambio ni la
multiplicidad que caracterizan a nuestro mundo sensible.
Nos dice Nietzsche que Sócrates
hizo de la razón un tirano. Esto quiere decir que la impuso como lo único
válido, dejando de lado y despreciando todo lo dionisíaco (descontrol,
instintos, apetitos, pasiones…), todo lo sensible y natural, negando así la
vida misma.
Moral y ética
‘Toda la moral que predica
el perfeccionamiento, incluida la cristiana, ha sido un malentendido...’.
Para Nietzsche toda moral es
‘contranatural’, es un artificio humano que tiene el objetivo de orientar
nuestra vida. Cada moral es una interpretación más de la vida. Por tanto, será
válida solamente como síntoma fisiológico. Así, distinguimos dos tipos de
moral: la de los fuertes o señores, y la de los esclavos o débiles –nuestra
moral occidental-.
La moral de señores es la moral
de los fuertes. Para ellos lo ‘bueno’ es todo aquello que favorece la vida, su
salud, su intensificación. Aprovechan sus impulsos y su energía creativa,
satisfaciendo sus deseos y tensando sus pasiones hasta el límite. Crean sus
valores sin tener en cuenta a los demás.
En contraposición a la moral de
los fuertes, que viven plenamente la vida, están los débiles, que están
fatigados y la niegan. Así, la moral de los débiles o esclavos se caracteriza
por reprimir los instintos y las pasiones (que son nuestro componente vital),
refugiándose siempre en trasmundos metafísicos, paraísos racionales de los que
no tenemos experiencia sensible. Los débiles crean su moral por venganza y
contraponiéndose siempre a los valores de los fuertes, con el objetivos de
imponer su moral y convertir a la sociedad en un rebaño, en una sociedad
gregaria que siga sus normas, que se rija por su ética.
Este último tipo de moral es la
que impera en Occidente. Nietzsche lanza dagas envenenadas contra ella,
principalmente por su dogmatismo (pretende establecer valores trascendentes,
objetivos, absolutos, universales…), por su antivitalismo y por su
intelectualismo (la idea impuesta culturalmente desde Sócrates de que el
conocimiento lleva a la virtud, necesitando para alcanzarlo reprimir los
instintos).
Moralistas
Nietzsche critica sagazmente a
los moralistas, a los ‘mejoradores’ de la humanidad. El término aparece en
bastantes ocasiones en su obra ‘El crepúsculo de los ídolos’:
‘Y, en realidad, ha habido moralistas
consecuentes que han pretendido que el hombre fuera de otro modo, esto es,
virtuoso, que han querido que fuera como ellos, esto es, un santurrón: por eso
negaron el mundo’.
‘… ¿y cualquier mezquino holgazán
que se las da de moralista ...’
‘Pero incluso cuando el moralista
se dirige simplemente al individuo y le dice: “¡tú deberías ser de tal y
tal manera!”, no deja de ponerse en ridículo.’
Los moralistas a los que
Nietzsche critica son muchos (el sacerdote, filósofos…) y tratan de imponer diferentes
normas y pautas de comportamiento al ser humano. Eso es lo que tienen todos en
común: crean una moral que condena, intentan aprovecharse del hombre y rechazan
todo aquello que sea distinto, intentando a toda costa hacer creer que su
interpretación de la vida es la única válida y verdadera. Los moralistas son
unos decadentes que no saben afirmar la vida, que son demasiado cobardes como
para aceptar su multiplicidad y devenir, y por ello crean valores y pretenden
que sean universales. El que no sigue la moral será ‘la oveja negra’ del
rebaño, dado el carácter gregario que originan al imponer los mismos valores y
ética para todos.
Lenguaje
‘…caemos en un fetichismo grosero
cuando tomamos conciencia de los supuestos básicos de la metafísica del lenguaje,
o, por decirlo más claramente, de la razón.’
Como leemos en el fragmento
anterior, para Nietzsche el lenguaje es fruto de la razón, la creadora de
mundos ficticios. El lenguaje nos ha hecho la vida más fácil y cómoda, pero no
dice nada del mundo en que vivimos. Son meros conceptos que acotan y limitan la
realidad, ya que utilizamos una misma palabra para cosas que son muy
diferentes. Por ejemplo, uso la misma palabra (árbol) para referirme a un árbol
hoy y para ese mismo árbol dentro de mucho tiempo, y probablemente este haya
cambiado. Encontramos más elementos lingüísticos que permiten construir mundos
artificiales: el término ‘yo’ nos convence de que siempre existe un sujeto; el
verbo ‘ser’ fomenta la idea de que hay entidades permanentes; la estructura
sujeto-predicado permite pensar la realidad en estructuras de causa-efecto (no
todo tiene por qué tener una causa, el mundo es caótico); la polisemia permite
hablar de cosas muy diferentes con un mismo concepto… Reducir la realidad a
conceptos de este modo es la opción vital del metafísico, del fatigado de la
vida. Por eso el lenguaje es un síntoma de nuestra fisiología.
Superhombre
El superhombre, übersmench
(suprahumano) es un perspectivista lúdico y un artista de la vida. Es la
culminación del tránsito del nihilismo pasivo al activo, que consta de tres
etapas. Una vez la cultura occidental queda vacía de sentido, encontraremos
nihilistas pasivos, pesimistas que asumían toda obligación (camellos, primera
etapa). El camello ha de ser eliminado, tendrá que convertirse en león (critica
los valores y los destruye, anuncia la muerte de Dios). Por último, este león,
que no es libre porque está dominado por la venganza, tendrá que convertirse en
niño (símbolo de la libertad) para crear sus nuevos valores. La metáfora del
niño nos conduce al superhombre, que ama el riesgo y se convierte en su propio
Dios, él es su religión. Incorpora el dolor como un elemento más enriquecedor
que forma parte de la vida. Ignora los juicios de los demás y no cree en la
igualdad, sino en la diversidad y la diferencia. No se deja convencer por el
‘rebaño’, es un solitario. El superhombre ni critica ni se queja, sino que vive
la vida desde el deseo, desde sus impulsos vitales.
Voluntad de poder
En la obra arquitectónica han de
quedar de manifiesto el orgullo, el triunfo sobre la fuerza de la gravedad, la voluntad
de poder…’.
Schopenhauer define la voluntad
de vivir como una especie de fuerza cósmica que se esfuerza por autoafirmar su
existencia. Se empeña en negarla, alegando que está conformada por impulsos
egoístas, mientras que Nietzsche la recoge y la llama voluntad de poder,
defendiendo su realización práctica.
La voluntad de poder en la
filosofía nietzscheana aspira a afirmar la vida (vitalismo), es la energía
vital que nos lleva a actuar con el fin de autoafirmarnos. Es inconsciente, un
impulso fisiológico. La voluntad de poder configura las pasiones y también la
razón, es cambiante y necesita oposición y dolor para poder crecer. Carece de
fin externo, se quiere por sí misma; es creativa y libre. Los límites los marca
el poder, no la moral. Por último, la voluntad de poder tiene múltiples
manifestaciones, porque las pulsiones son diversas que abarcan desde la
crueldad a la generosidad. No tiene sentido calificarlas de correctas o
incorrectas, puesto que son simples respuestas orgánicas.
Perspectivismo y subjetivismo
Para Nietzsche conocer no es un
acto en el que aparece la esencia de las cosas, la verdad única y absoluta,
sino una valoración hecha desde un individuo, por lo que todo es subjetivo y la
totalidad son el conjunto de las distintas perspectivas. No hay una verdad
única y universal, como nos quieren hacer creer muchos filósofos, moralistas,
metafísicos… Todas las interpretaciones son igual de válidas. El mundo metafísico
es solo la interpretación de los enfermos, que necesitan creer en la existencia
de un mundo estable y no pueden aceptar que el resto de perspectivas diferentes
a la suya son igual de válidas. Lo importante no es buscar un criterio desde el
que unificar el sentido de la existencia, sino aprender a experimentar la vida
sin un criterio absoluto de verdad.
Posteriormente, el filósofo
español Ortega y Gasset también apoyará este perspectivismo.
Inmoralista
Nietzsche se considera un
inmoralista, se sitúa más allá del bien y del mal:
‘La Iglesia ha pretendido siempre
aniquilar a sus enemigos: nosotros, los inmoralistas y anticristianos,
consideramos que obtenemos una ventaja del hecho de que subsista la
Iglesia...’.
‘…los inmoralistas, que
somos tan distintos, hemos abierto nuestro corazón a toda clase de
conocimientos, de comprensiones, de aprobaciones. Nos resulta difícil negar…’.
Frente al moralista que intenta
imponer su modelo de vida, negando las demás perspectivas, los inmoralistas las
aceptan todas y no niegan nunca, siempre afirman y experimentan la vida. No
intentan imponer nada a nadie y no se dedican a reprimir aquello que no
coincide con su ideal. Comprenden y reivindican cada una de las diferentes
manifestaciones de la vida, se aprovechan incluso de sus enemigos, hacen que su
voluntad de poder crezca a través de ellos.
Castrar
‘La Iglesia combate las pasiones
a base de extirpar, en todos los sentidos de la palabra: su medicina, su
«terapia» consiste en castrar. ‘
El castradismo es una de las
estrategias de los que niegan la vida, que no saben aprovechar las pasiones y
los instintos y optan por reprimirnos para evitar el caos, la anarquía. Esta
‘cura’ o ‘terapia’ la introdujeron Sócrates y Platón, y sobre todo, la empleó
el cristianismo, la Iglesia. Declararon la lucha contra las pulsiones y las
aniquilaron. La razón se convirtió en un tirano. Para justificar esta lucha, el cristianismo
apela a Dios, a la culpa, al castigo… La consecuencia es que los instintos vitales
más fuertes no se sentirán como placenteros sino como causa de sufrimiento. Así
es como la Iglesia ataca a la vida en su raíz.
Fetichismo
‘…caemos en un fetichismo
grosero cuando tomamos conciencia de los supuestos básicos de la metafísica del
lenguaje, o, por decirlo más claramente, de la razón. Ese fetichismo ve
por todos los lados a gentes y actos: cree que la voluntad es la causa en
general; cree en el «yo», que el yo es un ser, una sustancia, y proyecta sobre
todo la creencia en el yo como sustancia’.
El fetichismo es atribuir de
manera irracional cualidades a ciertos objetos o en este caso, crear conceptos
y asignarles un significado creyendo erróneamente que este se halla en la
realidad. Ese es el fetichismo del lenguaje que Nietzsche critica. Así, nombra
conceptos como ‘causa’, ‘yo’ o ‘sustancia’ que momifican la realidad porque son
siempre los mismos pero esta no (el devenir es el componente principal de la vida).
Además, la acotan, la delimitan, no designan su multiplicidad, porque son
conceptos invariables. Sería necesario eliminar el lenguaje para deshacernos de
su fetichismo y eliminar esta visión de la realidad, que pretende ser unívoca.
Error
‘En la medida en que la moral
condena sin más, sin partir de consideraciones y sin atender las intenciones
propias de la vida, constituye un error específico con el que no se debe
tener compasión alguna, una idiosincrasia de degenerados, que ha hecho un daño
incalculable.’
La moral que condena es un error
para Nietzsche, algo típico de degenerados, decadentes, moralistas, que ha
debilitado a los fuertes y se ha impuesto como si fuera la única interpretación
válida de la vida. Pero este error es la causa directa de uno mayor: la
confianza ciega de Occidente en la razón desde la antigua Grecia (Parménides,
Sócrates, Platón…) que continua con el cogito cartesiano (siglo XVII), con Kant
(siglo XVIII) y con el positivismo (siglo XIX). Otro error producto de la razón
es el lenguaje, que intenta mediante conceptos racionalizar la realidad,
hacerla comprensible, cuando en realidad no es algo con lógica o coherencia,
tan solo caos y devenir.
Cura
‘…su fealdad, (…) lo expresaba a
los ojos de todos modos: fascinaba, (…) aún más intensamente como respuesta,
como solución, como apariencia de cura…’
En el aforismo 9 del apartado ‘El
problema de Sócrates’ de la obra ‘Crepúsculo de los ídolos’ la cura es una cura
irónica, es todo lo contrario: Sócrates extiende la enfermedad de la razón en
Grecia, algo que se pagará caro en un futuro, cuando todos se den cuenta que
detrás del origen de la razón solamente hay una fisiología decadente y miedo al
devenir. Esto dará paso al nihilismo en la cultura occidental, que no se ha
librado de la enfermedad, ya que confía en la razón ciegamente. Así, Sócrates
la planteó como una cura ante la anarquía de los instintos, no tenía una
voluntad de poder lo suficiente fuerte como para controlarlos y por ello optó
por reprimirlos. Grecia siguió su ejemplo. Este filósofo generaba también
admiración, fascinaba con su dialéctica.
Momia
‘Los filósofos creen que honran
algo cuando lo sacan de la historia, cuando lo conciben desde la óptica de lo
eterno, cuando lo convierten en una momia.’
Una momia es un cuerpo muerto,
rígido e imperecedero. Eso es lo que hacen los filósofos-momia (Platón y
Sócrates) con la realidad cuando
filosofan, según Nietzsche, puesto que la petrifican con sus conceptos. Ignoran
el devenir y les caracteriza su carencia de sentido histórico.
Vitalismo
La propia vida –y no la razón, la
moral o la fe- es el criterio de Nietzsche para valorar las acciones humanas,
por eso su teoría es vitalista. Es la energía vital de cada individuo la que
permite determinar su actitud ante la vida, sus decisiones y permite establecer
una jerarquía natural entre los seres humanos. El sentido de la vida no es
trascendente, sino que se encuentra en el cuerpo, a través del cual
experimentamos la vida. El vitalismo es la teoría a la que llegamos mediante la
voluntad de poder, la fuerza vital que nos mueve. Hay que decir sí a la vida,
al contrario de lo que hacen los seres decadentes (sabios, filósofos,
sacerdotes…) que tienen una débil voluntad de poder y reprimen los instintos
(el componente vital esencial). Por eso nos dice: ‘Los más sabios de todas las
épocas han pensado siempre que la vida no vale nada (…) se ha oído de su
boca el mismo acento: un acento cargado de duda, de melancolía, de cansancio de
vivir, de oposición a la vida.’
Mundo
‘No hay más mundo que el
«aparente»: el «mundo verdadero» no es más que un añadido falaz.’
Lo que muchos filósofos han
considerado ‘mundo aparente’ (Parménides, Sócrates, Platón…), alegando que los
sentidos son engañosos y no nos permiten alcanzar el auténtico conocimiento, es
en realidad el mundo en el que vivimos, el único mundo real. Crearon por miedo
al enigma que consiste nuestro mundo cambiante un supuesto ‘mundo verdadero’,
que calificaban como estable, auténtico, único. Pero no es más que ‘un añadido
falaz’, una ficción de la razón que el débil crea para poder sobrevivir, porque
no puede aceptar que lo real es el mundo sensible, que deviene, que es
inestable. Para ellos el ‘mundo verdadero’ es accesible a la razón (o a la fe
para algunos), pero es en realidad un mundo metafísico que solo sirve para
autoengañarse.
Enfermedad
‘…síntoma de enfermedad,
de decadencia, de agotamiento…’
Los enfermos para Nietzsche son aquellos
cuya fisiología no es capaz de afrontar las manifestaciones de los instintos.
Esto es, las manifestaciones de la vida. Y por eso las reprimen, porque temen
las consecuencias que pueden derivar de esos impulsos que no saben controlar y
aprovechar. Tienen una actitud de negación de la vida que indica debilidad.
Desprecian este mundo y se sacrifica la vida por un mundo metafísico (que
llaman verdadero) producto de la razón (del miedo) al que nunca accederán.
Desconfían de los sentidos y de las pulsiones, de la energía vital. Se limitan
a creer en ese trasmundo porque no tienen la fuerza para aceptar la vida tal y
como es (cambiante, caótica, incoherente…) y luchar por crearla según sus
propios valores.
Esto es lo que entiende Nietzsche
por enfermedad. Y anuncia que esta se ha extendido por Occidente. La cultura
occidental está enferma.
Ario
‘…la humanidad aria,
totalmente pura, totalmente originaria…’
El origen de este término nos
lleva al sánscrito, una lengua indoeuropea. Se significaba ‘honorable’. El
término designa actualmente en un sentido étnico a los primitivos pueblos
indo-iraníes. En el siglo XIX, se generalizó para denominar a todos los pueblos
indoeuropeos originarios, los arios primitivos.
Nietzsche emplea el término en el
primer sentido citado: no como un concepto racial, sino referido a un ‘origen
honorable’. Representa aquellos pueblos superiores, cuyos valores son la fuerza
vital, la afirmación de la vida, la vida ascendente.
Chandalas
‘…dispone que el único alimento
permitido a los chandalas sean ajos y cebollas, puesto que la Escritura
Sagrada prohíbe darles cereales…’
Son los individuos de la sociedad
india no incluidos en ninguna de las castas en las que se organizan. Son
productos del ‘adulterio’ o mezcla de castas. Quedan, por tanto, excluidos de
la sociedad, sin ningún derecho. Contra ellos arremete la Ley de Manú (moral
india), a través de normas crueles que los debilitan todavía más (no pueden
escribir de izquierda a derecha, no pueden comer cereales, solo pueden beber
agua de charcos, no pueden lavarse…).
Cristianismo o moral de la doma
‘El cristianismo es la inversión
de todos los valores arios, el triunfo de los valores chandalas, el evangelio dirigido
a los pobres e inferiores, la rebelión general de todos los oprimidos, miserables,
malogrados y fracasados dirigida contra la «raza»’.
‘La moral de la cría y la moral
de la doma son totalmente dignas la una de la otra en cuanto a los métodos
que utilizan para imponerse.’
El cristianismo es una moral
creada por débiles, que someten su voluntad a una entidad (Dios) que pertenece
a un trasmundo ficticio (el cielo). Esta religión es el triunfo de los débiles.
Ni siquiera respeta una jerarquía como la ‘moral de la cría’ (moral india),
sino que el cristianismo o moral de la doma sitúa al débil en la cima de todo.
Por ejemplo, el sacerdote, que predica dicha moral, pretendiendo evangelizar e
imponer su ética, sin ser otra cosa que un resentido de la vida, un castrado de
la vida. Porque eso es lo que hace la moral de la doma: mediante la promesa de
alcanzar después de esta vida un mundo mejor (el cielo) instiga a reprimir los
instintos vitales. Así, el cristianismo, según Nietzsche, ataca a la vida en su
raíz. Inculca sentimientos de culpa (autodestructivos) y convierte a la ‘bestia
rubia’ (prototipo de humano fuerte y libre) en un ser enfermo. La bestia se
vuelve dócil, mansa, obediente. Como vemos, es algo antinatural. Por eso, para
Nietzsche (aunque considera menos malas unas morales que otras) toda moral,
toda religión, es ‘contranatural’.
Devenir
‘Su carencia de sentido
histórico, su odio a la idea misma de devenir, su afán de estaticismo
egipcio.’
El devenir es el cambio, el
componente esencial de la vida según Nietzsche. Ante este, los filósofos-momia
(Parménides, Sócrates, Platón) han creado un trasmundo ficticio donde todo es
estable, eterno e inmutable, porque no sabían sobreponerse al devenir que rige
nuestro mundo y lo convierte en algo enigmático, incoherente y caótico. Su
voluntad de poder es débil y los débiles han triunfado, porque la razón y lo
que de ella deriva (dialéctica, lenguaje, moral, religiones, metafísica…) se ha
impuesto y ha llegado hasta nuestros días. Y por eso para Nietzsche la cultura
occidental está enferma.
En contraposición, Nietzsche
alaba a Heráclito porque este sí que consideraba el devenir como el componente
principal de la vida, como lo único auténticamente real. Pero aún le reprocha
una cosa: su trato para con los sentidos. Si bien es cierto que no los condena
por el mismo motivo que los filósofos-momia. Estos descargaban su odio contra
el cuerpo (para ellos es la cárcel del alma) y consideraban los sentidos
engañosos por no mostrar la auténtica realidad, que era para ellos eterna y
estable. Heráclito también los condena, pero porque para él no muestran el
cambio, sino que nos ofrecen una visión estable y permanente de las cosas. No
podemos captar el fluir de la realidad en sí.
Para Nietzsche, que filosofa a
martillazos, están todos equivocados. Es injusto condenar a los sentidos porque
no nos engañan, sino que nos muestran lo que hay y son nuestra única fuente de
conocimiento de la realidad.
Griegos
‘Lo que yo he vislumbrado en los griegos
ha sido su instinto más fuerte, la voluntad de poder…’
Aunque Nietzsche critique a
Platón y a Sócrates, no tiene la misma consideración de todos los griegos. Por
ejemplo, Tucídides y los sofistas (opuestos a la moral socrática). Pero lo que
admira realmente de los griegos es el fuerte instinto vital, la voluntad de
poder, que desencadenó luchas violentas. Ese instinto se plasmó en la necesidad
de ser fuerte y hábil y también en sus fiestas (bacanales dionisíacas) y arte.
Instintos y pasiones
‘La moral que va en contra de la
naturaleza, esto es, casi toda la moral que se ha enseñado, respetado y
predicado hasta hoy, va precisamente en contra de los instintos…’.
‘Todas las pasiones tienen
una época en la que resultan sencillamente nefastas, en la que subyugan a sus
víctimas con el peso de su estupidez; y una época posterior, mucho más tarde
que la otra, en la que se desposan con el espíritu, en la que se
«espiritualizan»’.
Son fuerzas vitales arraigadas en
lo corporal, pulsiones, apetitos, que nos impulsan y van unidas a la voluntad
de poder. Se manifiestan de modos diferentes: instinto de crueldad, de
dominación, de superación, de amar, de crear…
Al principio, nos explica
Nietzsche, los impulsos son anárquicos, incontrolables, resultando nefastos
para los seres humanos. La respuesta de los débiles (Sócrates, Platón, el
cristianismo…) ha sido luchar contra esas pasiones hasta el punto de
aniquilarlas. Nietzsche propone, en contraposición, espiritualizar las
pasiones, embellecerlas, liberarlas, a través de una actitud vitalista,
artística y creativa.
Ley de Manú o moral de la cría
‘La moral de la cría y la moral de la doma son
totalmente dignas la una de la otra en cuanto a los métodos que utilizan para
imponerse.’
Nietzsche llama a la Ley de Manú
-moral que procede de la religión india- moral de la cría porque en ella se
‘crían’ cuatro castas o razas diferentes: sacerdotes, guerreros, comerciantes o
agricultores y criados (sudras). Solo se permite el cruce entre individuos
pertenecientes a una misma casta para lograr la ‘pureza de sangre’.
Nietzsche, aunque está en contra
de toda moral, prefiere la moral de la cría a la moral de la doma
(cristianismo), porque establece una jerarquía tal y como encontraríamos en la
naturaleza. Por eso la moral de la cría es más natural. Sin embargo, no
simpatiza con el hecho de que haya un sacerdote que se convierte en la
autoridad que dicta las normas. Y también esta moral arremete contra los
débiles (los chandalas, producto del cruce entre dos personas de castas
diferentes), condenándolos, limitándolos, reprimiéndolos. Así se corre el
riesgo de que los débiles se rebelen, ganen e impongan valores decadentes y
opuestos a la vida.
Filósofos
‘La «mentira piadosa» constituye un patrimonio común de
todos los filósofos y sacerdotes que han «mejorado» a la humanidad’.
Nietzsche critica a los filósofos
por haber querido imponer una visión del mundo racional que es solo origen de
su miedo al devenir del mundo sensible. Así, lanza sus dardos envenenados
contra Sócrates, que introdujo la razón en Grecia e hizo de ella un tirano.
Contribuirá también Platón a esta ruptura del equilibrio apolíneo-dionisíaco
siempre a favor de lo apolíneo (orden, razón) y condenando lo dionisíaco
(descontrol, pasiones) que no se sabe controlar ni aprovechar (débil voluntad
de poder). Además, Platón con su dualismo ontológico-epistemológico (teoría de
las Ideas) y su dualismo antropológico abre las puertas al cristianismo, que
tanto deteste Nietzsche. La racionalidad continúa con el cogito cartesiano y
Kant hasta llegar a nuestros días. Podríamos resumir los motivos por los que
Nietzsche critica a los filósofos de la siguiente manera: no tienen en cuenta
el devenir ni el transcurso de la historia y acotan la realidad con conceptos
que no dicen nada de la realidad. Por eso los llama filósofos-momia, porque
petrifican la realidad y crean trasmundos ficticios que rigen sus vidas y
definiciones que consideran verdaderas, auténticas, imperecederas, inmutables;
ignorando el devenir –que es la esencia de la vida- y negando los instintos
–que son el componente principal del ser humano-.
Transvaloración
Es la transformación que han
sufrido los significados de los conceptos ‘bueno’ y ‘malo’. En su origen
indicaban la valoración propia de los nobles y los plebeyos, una realidad
superior a la otra. Sin embargo, cuando los débiles, los esclavos, se
rebelaron, estos términos pasaron a tener un significado moral: los valores
nobles pasaron a considerarse malos y los del plebeyo, como buenos. Con la
muerte de Dios y la llegada del superhombre se producirá otra transvaloración
que devolverá el significado original de lo que es bueno o malo, más allá de la
valoración moral, más allá del bien y del mal.
Hay una necesidad de cambiar los
falsos valores (transvalorar) que imperan en la cultura occidental desde
Sócrates, desde el momento en que se rompió el equilibrio apolíneo-dionisíaco y
se invirtieron los valores.
Síntoma
‘Los juicios y las valoraciones
relativas a la vida, en pro y en contra, no pueden ser nunca, en última
instancia, verdaderos: sólo valen como síntomas…’
La creencia en entidades
metafísicas, como Dios, o el Bien, son inventos humanos, que no designan nada
de la realidad. Son ficciones que algunos individuos pretenden imponer. Son
síntomas que revelan la enfermedad de aquellos individuos y sociedades que los
mantienen.
Los juicios de valor contrarios a
la vida son un síntoma de una determinada condición fisiológica enfermiza, de
decadencia, de impotencia ante el devenir, de una débil voluntad de poder que
no es capaz de crear sus propios valores y seguir sus instintos. De todo esto
es síntoma la moral de muchos filósofos (Sócrates, Platón…) y la cristiana.
Zaratustra
‘…fin del más largo error; punto
culminante de la humanidad; comienza Zaratustra…’
Es el filósofo protagonista de su
obra ‘Así habló Zaratustra’, el Mesías que anuncia la llegada del nuevo humano,
el superhombre, creador de valores y capaz de superar el nihilismo.
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