jueves, 20 de agosto de 2020

Geografía: COMENTARIO DE LOS MAPAS DE LA EVOLUCIÓN GEOLÓGICA DEL TERRITORIO PENINSULAR

 COMENTARIO DE LOS MAPAS DE LA EVOLUCIÓN GEOLÓGICA DEL TERRITORIO PENINSULAR

A continuación se comentarán cuatro documentos: son mapas temáticos, entre los que se puede establecer una relación debido al fenómeno geográfico que muestran (la evolución geológica del territorio peninsular) si los observamos por orden.

Cabe señalar que como todo mapa geográfico, se tratan de documentos de fuente secundaria.

 

El primer mapa es el de la era arcaica (4000-600 millones de años). Vemos que prácticamente toda la península es de color gris (es el territorio cubierto por agua) y lo que destaca en marrón es el relieve que había en esa era, el cual conforma una banda arqueada que va desde el noreste peninsular (actual Galicia) hacia el sureste. Comprende algunos territorios aislados en el centro de la península (donde hoy están los Montes de Toledo y Sierra Morena).

Durante esta era este macizo fue erosionado y cubierto casi por completo por los mares.

En segundo lugar, tenemos el mapa de la era secundaria (225-68 millones de años), en el que observamos: el macizo Hespérico, que ocupa prácticamente toda la parte oriental de la península; la fosa pirenaica, donde hoy están los Pirineos; el macizo de Aquitania, al norte de la fosa nombrada; el macizo del Ebro, aproximadamente en la costa de la actual Cataluña; el macizo Catalano-Balear, en el espacio que hay entre la costa catalana y las islas Baleares; la fosa Bética, donde hoy está la cordillera Penibética; y, el macizo Bético-Rifeño, que abarca desde la costa sur hasta más al sur del norte de África.

Fue en la era anterior (en la era primaria) cuando se elevaron los macizos nombrados, que fueron arrasados por la erosión durante esa misma era. Por eso, esos macizos se convirtieron en zócalos. Cabe destacar que el macizo Hespérico quedó inclinado hacia el mar Mediterráneo.

La era secundaria es un periodo de calma orogénica, en el cual se depositaron sedimentos en las fosas pirenaica y bética, y también (en menor cantidad), en el borde oriental del macizo Hespérico, debido a las transgresiones marinas.

La erosión continuó desgastando el relieve durante toda la era.

A continuación, tenemos el mapa de la era terciaria (68-1,7 millones de años). El relieve peninsular que aparece identificado es el siguiente, de norte a sur: la depresión del Ebro, al noreste de la península; las cuencas de la submeseta norte y sur, al centro de la península; la depresión del Guadalquivir, al sur; las cordilleras Béticas, que se extienden desde la costa andaluza hasta las Mallorca (una parte de ellas está sumergida), y que enlazan con la cordillera norteafricana del Rift.

En esta era se produjo la orogénesis alpina, conformándose los sistemas montañosos que hoy conocemos. Al plegarse los materiales depositados en las fosas en la era previa, con los macizos actuando como topes, se originaron las cordilleras alpinas: los Pirineos y las cordilleras Béticas.

De manera simultánea, otros territorios se hundieron, dando lugar a las depresiones prealpinas: la depresión del Ebro (al sur de los Pirineos) y la del Guadalquivir (al norte de las cordilleras Béticas). Al principio estuvieron cubiertas por mar y se colmataron de sedimentos.

A la meseta también le afectó la orogénesis: se inclinó hacia el océano Atlántico, por lo que los ríos que discurrían por ella se orientaron hacia él.

Se produjo además el plegamiento de los materiales que se habían acumulado en los rebordes montañosos de la meseta durante la era de calma anterior, originándose así las siguientes cordilleras intermedias: la parte oriental de la cordillera cantábrica y el sistema Ibérico.

Se levantó Sierra Morena a causa del empuje de las cordilleras Béticas.

En esta era, en el zócalo de la meseta, formado por materiales silíceos rígidos, tuvieron lugar fracturas y fallas. Las fallas, aparte de promover la actividad volcánica, fueron responsables de la formación de las cuencas de las submesetas norte y sur; y del origen del macizo Galaico, del occidente de la cordillera cantábrica, del sistema Central y de los Montes de Toledo. Las cuencas se formaron a partir de los bloques de las fallas que quedaban hundidos (graben) y el resto de elevaciones nombradas tienen su origen en los bloques de las fallas que quedaron levantados (horst).

Por último, podríamos considerar que el mapa de la era cuaternaria es el mapa físico actual de la península Ibérica, ya que esta era comenzó hace 1,7 millones de años, pero todavía no ha concluido.

La era cuaternaria fue época de glaciarismo. Se originaron glaciares de circo y glaciares de valle (acumulaciones de hielo en la cabecera de un valle y ríos de hielo desparramados valle abajo, respectivamente),  que al fundirse darían lugar a los lagos. En los glaciares de valle, el paso de los materiales que el hielo arrastra, ensanchan el valle, dándole forma de U, como ocurrió en los Pirineos.

Además, se crearon las terrazas fluviales escalonadas de ríos como el Duero, el Tajo, el Guadiana, el Guadalquivir y el Ebro. Su origen radica en la repetición del siguiente ciclo:

A causa de la glaciación, el agua estaba helada en las montañas y los ríos tenían escaso caudal, por lo que el agua no tenía fuerza erosiva y se acumulaban sedimentos en su cauce. Al subir la temperatura, los ríos recuperaban su caudal habitual y esos materiales se quedaban en su margen, formando las terrazas.

 

Las conclusiones que podemos extraer de la evolución geológica son las siguientes: todos los procesos geológicos sucedidos a lo largo de las eras pueden explicar muchas cosas del presente de la península, como por ejemplo nuestro clima.

La ubicación de las cordilleras impide la entrada de las masas de aire marítimo, haciendo que en el interior, el clima mediterráneo que predomina en la península, sea continentalizado (las temperaturas son más extremas porque no se recibe la influencia del mar).

Además, como ya hemos visto, la inclinación de la meseta hacia el oeste influyó en la orientación de los ríos. Por esta inclinación, el Duero, el Tajo y el Guadiana, desembocan en el océano Atlántico.

Por último, la disposición del relieve puede haber influido en gran medida en la distribución de los territorios políticos de España, y, por supuesto, en la edificación de estructuras. 

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