REDACCIÓN.
‘La libertad es lo que uno hace con lo que le han hecho’
Tomando esto por cierto,
estaríamos refiriéndonos a una libertad tan individual como nosotros mismos,
diferente para cada uno, enmarcada por unas circunstancias y experiencias
concretas. ‘Yo soy yo y mi circunstancia’, dice Ortega y Gasset; por lo que no
podemos concebir una libertad que sea ajena a lo vivido y al entorno. La libertad
es relativa, personal, única –como cada individuo humano-. En este sentido,
Sartre estaba convencido de que la libertad es nuestro componente más básico:
‘el hombre es libertad’. Opina que ha de ser así necesariamente, ya que incluso
en los estados más opresivos y terribles, queda margen para la libertad. Por
ejemplo: una persona sumisa puede elegir entre obedecer o desobedecer y ser castigado
por su agresor.
Todo esto considerando la libertad
como algo real, porque –siéntense si están de pie- como decía el filósofo
Spinoza, yo pienso que la libertad no existe. No es más que una palabra que
hemos elevado hasta los cielos, hasta lo divino, hemos hecho de ella un Dios
porque, reconozcámoslo: decir que la libertad no existe cuando suena en muchas
cabezas el eco de ‘el hombre es libertad’ y cuando nos damos el capricho de
creer que actuamos libremente, resulta asfixiante.
La libertad no es más que esa
ceguera presente en nuestras facultades de conocer. Ante el vacío de no saber
determinar con nuestra razón humana todos y cada uno de los elementos
condicionantes que inciden en nosotros incluso milésimas antes de tomar una
decisión, decimos haber obrado libremente. Pero incluso nuestra razón y el contexto
en que vivimos nos han otorgado unos principios que nos guían, nos dirigen por
el sendero de nuestras vidas. Así que no somos libres, sino marionetas de hilos
visibles e invisibles.
Sin embargo, no critico a
aquellos que hayan apartado la vista tras leer mi consideración. No critico a aquellos
que tienen ese concepto de libertad como meta, como objetivo último de vida y
que sueñan con ella todos los días. No los critico, porque, al fin y al cabo,
si estoy segura de algo, es de que el ser humano es esperanza. Y si sujetarnos
a una ficción, a algo irreal, nos va a ayudar a conservarla y a salir a flote:
¡adelante, construyamos más monumentos a en honor a la libertad!
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