sábado, 22 de agosto de 2020

FILO. DISERTACIÓN MORAL PROVISIONAL (Descartes)

 

FILOSOFÍA. DESCARTES. 

‘Morale par provision’

Renato Descartes, padre de la filosofía moderna por poner su propia razón a examen en su anhelo de hallar la Verdad y una explicación global del mundo, tuvo la necesidad de crear una ‘moral provisional’ para sí mismo, la cual le acompañaría en el camino del conocimiento. ¿En qué consiste esta moral provisional? ¿Por qué es tan importante en la filosofía de Descartes?

A continuación explicaremos las cuatro máximas que componen la moral provisional que nuestro filósofo comparte en la tercera parte del ‘Discurso del método’, así como su relevancia:

 

La moral provisional es un instrumento metódico del que Descartes se sirve mientras busca unos cimientos firmes y seguros en la filosofía, que es la base del edificio del conocimiento. Debe derribar este último, para reconstruirlo después, siendo ya conocedor de la Verdad. En este proceso, en el ámbito teórico, es capaz de aplicar la duda metódica y abstenerse a juzgar. Pero en el ámbito práctico, la cualidad del alma humana de actuar (la voluntad) no puede privarse de hacerlo. Y de ahí deriva entonces su necesidad de construirse una moral provisional, una vivienda ‘donde poder estar cómodamente alojado’ mientras trabaja en la construcción del edificio definitivo.

La moral provisional, compuesta de cuatro mínimos morales, se califica con tal adjetivo porque es una herramienta de la que Descartes se provee, no porque sean preceptos transitorios, ya que se mostrarán como definitivos en el ‘Tratado de las pasiones’.

El primer principio consiste en la sumisión a la religión católica y a las leyes y costumbres de su país, no porque estén por encima de las de otros territorios, sino porque es más práctico por seguir lo establecido en la zona en que vive y con el fin también de evitar problemas sociopolíticos y religiosos. Así Descartes consigue la tranquilidad de espíritu sin la que sería imposible buscar la Verdad.

Pero habiendo más de un camino, ¿cuál escoger, aún en estado de incertidumbre? La respuesta de Descartes sería el camino del centro, siguiendo así la teoría aristotélica del justo medio: se busca la moderación, los extremos no son buenos. El camino medio, debido a su equidistancia, en caso de ser erróneo estaría más cerca de la Verdad que los extremos.

En esta moderación defiende también la necesidad de eludir compromisos que aten nuestra libertad en el futuro, ya que como todo cambia, lo que nos parece bueno hoy, podría ser horrible mañana, o ser del mismo modo y que nuestra opinión no sea la misma que en el pasado, cuando se hizo la promesa que ya no podemos cambiar.

A continuación, en la segunda máxima, nuestro filósofo expone la necesidad de resolución y firmeza en sus acciones. Para ello utiliza la analogía del bosque: si los viajeros que se pierden en el bosque no cesan de andar de un sitio para otro, se paran un rato, dan vueltas y vueltas… sin tomar la decisión de seguir un camino rectamente, no llegarán a ningún sitio, pues siempre seguirán perdidos; mientras que si siguen una única dirección, al menos llegarán a alguna parte. Y si se elige un camino equivocado, ¿sería lógico sentir remordimientos? No, nada de arrepentirse, ya que la elección se hizo con la mejor intención posible.

De esta manera, en el ámbito de la acción, sí que se acepta lo que aparezca como probable aunque resulte ser un error (porque no podemos dejar de actuar); no así en el ámbito teórico, en el que mediante la razón se aprobará solo aquello ante lo que no quepan dudas (claridad y distinción).

Pasamos a la tercera máxima, en la que se aborda el tema del control de las pasiones por la razón. Descartes hace alusión a los estoicos (antiguos filósofos griegos) y simpatiza con ellos en la idea de no cambiar el orden del mundo, de no aspirar a metas imposibles, sino aceptar los límites que la naturaleza establece. ¿Cómo impedir entonces que los apetitos y deseos nos dominen y nos lleven a luchar por objetivos inalcanzables, como a muchos les pasa? Mediante el ejercicio de la razón, ya que nada está completamente en nuestro poder salvo el pensamiento. Por ello, tras mucho tiempo reflexionando, Descartes comprende por qué no es lógico desear, por ejemplo, ser libres si estamos presos, ya que no podemos cambiar nuestra situación: lo único que podemos hacer –a través de la razón-, es controlar nuestros deseos y no anhelar nada que esté fuera de nuestro alcance –en este caso, la libertad-.

Los estoicos, nos cuenta el filósofo francés, se consideraban más desdichados, ricos y felices que aquellos que sentían que les faltaba algo porque su razón no había logrado tomar las riendas de sus deseos y apetitos, los cuales se mostraban insaciables y tiranos.

Por último, en la cuarta máxima, Descartes nos cuenta de primera mano en un tono autobiográfico que ha decidido dedicar toda su vida a cultivar su razón y avanzar en el conocimiento de la Verdad, siguiendo su método (método deductivo propio de las matemáticas); ya que no había encontrado en ninguna otra cosa más satisfacción que en descubrir verdades.

Da a entender que está orgulloso de sus tres máximas anteriores, dado que aunque Dios le haya proporcionado ‘luz natural’, capacidad de razonar, sin ellas, no habría podido dirigir sus acciones cotidianas mientras se instruye su razón. No habría sido capaz de limitar sus deseos ni de estar contento. Afirma que la voluntad actúa conforme al entendimiento, que es el que marca si las cosas son buenas o malas. Por tanto, habrá que ‘juzgar bien para obrar bien’, tal y como defendería Sócrates con su intelectualismo moral. Hay que conocer lo mejor (el bien) para elegir las mejores opciones (adquirir las virtudes) y poder ser feliz.

 

En conclusión: en su búsqueda de la Verdad, como Descartes no puede suspender su voluntad, se ve obligado a inventar una moral provisional que le servirá para orientarse en la vida cotidiana mientras su razón trata de encontrar esos firmes cimientos para levantar el edificio del conocimiento. Resume en cuatro preceptos sus mínimos morales. El primero es obedecer las leyes de su país y seguir sus costumbres para lograr la tranquilidad de espíritu, guiándose en sus elecciones por el justo medio aristotélico –y no por los extremos-. La segunda norma consiste en ser firme y decido en sus acciones, evitando la incertidumbre e inseguridad en el ámbito práctico. La tercera norma, que enlaza con el estoicismo, destaca la necesidad de que la razón controle los deseos y apetitos, pudiendo así adaptarlos a sus posibilidades reales. En la cuarta norma nos habla de potenciar la razón, de la importancia de conocer el bien para obrar bien (intelectualismo moral socrático) y así ser feliz.

Tras el análisis de la moral provisional de Descartes, ¿podría considerarse que estos preceptos creados con el pretexto de orientar su voluntad significaron también orientar su razón, aun cuando afirmaba dudar de todo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario