¿Existe una realidad oculta a los sentidos? Y, en caso de que exista esa realidad inmaterial, ¿es posible que lo que haya en ella sea más real que aquello que percibimos con nuestra propia vista en la realidad visible? En caso afirmativo, ¿por qué? A continuación responderemos a estas preguntas según la teoría de las Ideas de Platón. Primero se explicará lo referente a lo que él llama mundo inteligible, y después, se hablará del mundo sensible y de la relación entre estas dos esferas.
Platón defiende la existencia de
dos realidades: el mundo de las Ideas y el sensible. Del primero podemos
obtener conocimiento auténtico, pero del segundo solo opinión. Así pues,
propone un doble dualismo: ontológico y epistemológico.
El mundo de las Ideas es
inteligible, es el mundo de lo estable y permanente, de lo auténticamente real
–ya que así son las Ideas-. Las Ideas de este mundo son realidades ocultas a
los sentidos, por lo que solo se pueden captar con la inteligencia. Son las
esencias de las cosas sensibles y el principio unificador de todas ellas.
Pensemos por ejemplo, en la multiplicidad de cosas bellas. Bien, pues todas
ellas existen porque copian de modo más o menos imperfecto a la única Idea de Belleza
en sí, por lo que podemos decir también que todo lo sensible depende
ontológicamente de las Ideas.
Las Ideas son más reales que lo
material, ya que no nacen ni perecen; ni están sometidas al devenir. Son
inmutables, ingénitas, trascendentes, absolutas, inalterables, perfectas.
De este mundo inteligible sí que
podemos obtener conocimiento verdadero (episteme), a través de la inteligencia.
Para alcanzarlo, hay que dirigir el alma hacia la contemplación de las Ideas
eternas –apartándonos del cambiante mundo sensible-. En realidad, el alma ya
posee nociones innatas sobre las Ideas, pero confusas y solo pueden cobrar claridad mediante una
educación encaminada a contemplar las Ideas. Por eso, “aprender es recordar”
(anámnesis).
Ahora bien, ¿de qué cosas hay
Ideas? ¿Son todas ellas iguales?
Hay Ideas de todos los valores
éticos y estéticos, de las cosas fabricadas o naturales, de cada ser vivo… Pero
no hay Ideas de cosas imperfectas –como la fealdad-, pues las Ideas son
perfectas. Lo que ocurre es que existen cosas feas porque copian de modo
deformado a la Idea de Belleza o les falta Belleza. Lo mismo ocurre con las
demás cosas imperfectas del mundo físico.
Tampoco hay Idea de verdad, ya
que esta es la visión correcta de la realidad, es decir, la visión de las
Ideas.
Por otra parte: sí que hay una
Idea superior, que gobierna el mundo de las Ideas. Es la Idea de Bien. Actúa
como el Sol en el mundo sensible: alumbra a las demás Ideas, por lo que
conociendo el Bien puedo conocer todas las Ideas; y, al igual que este, permite
la existencia de cuanto hay en su mundo, pues las Ideas dependen
ontológicamente de la Idea de Bien, que es causa de su perfección y existencia.
El Bien tiene una función
práctica, al ser fundamental para la ética y la política. Solo quien alcance su
conocimiento podrá gobernar un Estado o su propia vida adecuadamente.
La Idea de Bien es el principio
unificador de la pluralidad del mundo de las Ideas, y este, lo es a su vez del
mundo sensible. Es el modelo último al que todo el cosmos apunta –el cosmos
inteligible lo imita de forma perfecta y el sensible de modo imperfecto-.
Sin embargo, no solo hay Ideas en
el mundo inteligible, sino que también hay entes matemáticos –inmutables e
ideales, pero ontológicamente inferiores a las Ideas-. De ahí que Platón
distinga dos realidades dentro de este mundo: los inteligibles superiores o
Ideas, y los inteligibles inferiores u objetos matemáticos.
En cuanto al mundo sensible,
podemos decir de él que representa un nivel de realidad inferior, de cosas
impermanentes y menos reales que las realidades inteligibles. Es el mundo del
devenir, de la multiplicidad, de lo perceptible, de las apariencias…
Como las cosas de este mundo
cambian -siempre están dejando de ser algo para transformarse en otra cosa que
aún no son-, de ellas no podemos obtener conocimiento real, sino opinión o
doxa. Este devenir, está a medio camino entre lo estable (de lo que obtenemos
conocimiento real) y la nada (ante lo que solo cabe ignorancia).
Por otro lado, las opiniones –que
sí que son relativas, a diferencia de la episteme- no deja de ser una clase de
saber –aunque oscuro e inferior-. Las opiniones verdaderas sobre lo visible nos
aproximan a la realidad inteligible, ya que es la esencia de lo sensible. Por
ejemplo, si conozco la Idea de Justicia, mi opinión sobre las cosas justas será
más valiosa y acertada.
Y esta realidad visible, ¿de
dónde procede?
Platón nos cuenta con un mito que
había una inteligencia suprema y divina –el Demiurgo- que fabricó nuestro mundo
tomado como modelo el mundo perfecto de las Ideas. La causa de la imperfección
está en la materia móvil y caótica en la que plasmó el modelo.
Así Platón explica que la
realidad visible no procede del caos, sino de un plan racional. Gracias al
mundo inteligible dicha realidad posee cierta consistencia ontológica y es
parcialmente cognoscible.
Concluyendo: para Platón existen
dos mundos –el inteligible y el sensible-. El primero se divide en Ideas y
entes matemáticos o inteligibles inferiores. Las Ideas son realidades
inmateriales, imperecederas y perfectas que las cosas sensibles imitan. En cuanto
al mundo del devenir, es mundo de la opinión (doxa).Por lo contrario, del mundo
inteligible, estable, sí que podemos obtener conocimiento verdadero (episteme).
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