FILO JULIO 2019 EBAU EJEMPLO RESUELTO (Descartes y Nietzsche)
OPCIÓN PRIMERA
DESCARTES
1/ A continuación comentaremos un fragmento de la primera
parte de la obra ‘Discurso del método’ del filósofo francés René Descartes.
En él el autor habla del método (tema) y de qué le ha sido
muy provechoso en su búsqueda de la Verdad.
El problema filosófico sería: ¿ha sido útil el método de
conocimiento empleado?
A través de una estructura expositiva y en un tono muy
autobiográfico el autor nos conduce a su conclusión:
Comienza afirmando que juzga acertado haberse ‘metido desde joven
por ciertos caminos’ (líneas 1 a 2), en busca de la Verdad, ya que mientras
efectuaba dicha búsqueda, ha ido conformando su propio modo de proceder, su
propio método, al que define como: ‘medio para aumentar gradualmente mi
conocimiento y elevarlo…’ (línea 3 a 4). Resuena aquí el eco de humildad
socrático, pues dice que elevará su conocimiento hasta donde sus límites
(‘mediocridad de mi ingenio’) y el fugaz tiempo le permitan.
En la línea 5 nos dice que su método ha sido fructífero y
que ante la duda, se inclina más por ser cauteloso que por la presunción.
Cuenta que observa lo que otros hacen y no encuentra ninguna tarea que lleven a
cabo que no le parezca ‘vana e inútil’ (línea 8); mientras que cree que él sí
que ha progresado adecuadamente en su ‘investigación de la verdad’ (línea 10).
En la conclusión (líneas 10 a 12), nos dice que de entre
todas las cosas de las que un hombre puede ocuparse, no cree que haya ‘alguna
sólidamente buena e importante’ como lo es la que ha elegido: la búsqueda de la
Verdad.
2/ El término ‘método’ aparece por primera vez en la línea
3, y Descartes lo define como ‘un medio para aumentar gradualmente mi
conocimiento y elevarlo poco a poco…’. Después en la línea 5 dice: ‘tales
frutos he recogido ya de ese método’, es decir, le ha servido para progresar,
como dice más adelante, en la investigación de la Verdad (línea 10), que es el
objetivo de su filosofía. Por eso podemos decir que el método en la filosofía
de Descartes es el camino a la verdad.
Si la razón bien empleada es infalible, es necesario un
método para su correcta utilización, el cual servirá para todas las ciencias
sin excepción, pues todas forman parte de una realidad y Verdad únicas.
Entiende Descartes por método una serie de ‘reglas ciertas y
fáciles, tales que aquel que las observe no tome nunca algo falso por verdadero
y (…) llegue a la comprensión de todas las cosas que no sobrepasen sus
capacidades’.
La razón se ejercita a través de la intuición y la
deducción, por lo que las reglas del método son normas para utilizarlas
correctamente. El método de Descartes está inspirado en las matemáticas, que
han demostrado ser rigurosas. Propone cuatro reglas:
1) No admitir como verdadero nada que no sea absolutamente
evidente, nada sobre lo que quepa la más mínima duda. Solo se aceptará lo que
sea verdaderamente intuido.
2) Dividir cada dificultad en tantas partes como sea
necesario para su mejor solución. Es la regla del análisis.
3) A partir de esos datos simples y evidentes se van
construyendo conocimientos más complejos. Es la regla de la síntesis.
4) Comprobar que en el proceso no existe error alguno.
3/ ‘Morale par provision’
Mientras Descartes buscaba la Verdad necesitaba proveerse de
unos mínimos morales, puesto que la voluntad no puede privarse de actuar. Esa
fue la razón que le llevó a diseñar su moral provisional. ¿En qué consiste?
¿Qué importancia tiene en su filosofía? ¿Por qué la calificamos de provisional?
A continuación explicaremos las cuatro máximas que componen la moral
provisional que nuestro filósofo expone en la tercera parte del ‘Discurso del
método’.
La moral provisional es un instrumento metódico del que
Descartes se sirve mientras busca unos cimientos firmes y seguros en su
filosofía, que es la base del edificio del conocimiento. Debe derribar este
último, para reconstruirlo después, siendo ya conocedor de la Verdad. En este
proceso, en el ámbito teórico, es capaz de aplicar la duda metódica. Pero en el
ámbito práctico, la cualidad del alma humana de actuar (la voluntad), no puede
privarse de hacerlo. Y de ahí deriva entonces su necesidad de construirse una
moral provisional, una vivienda ‘donde poder estar cómodamente alojado’
mientras trabaja en la construcción del edificio definitivo de la ciencia.
La moral provisional, compuesta por cuatro mínimos morales,
se califica con tal adjetivo porque es una herramienta de la que Descartes se
PROVEE no porque sean preceptos transitorios, pues se mostrarán como
definitivos en el ‘Tratado de las pasiones’.
El primer principio consiste en la sumisión a la religión
católica y a las leyes y costumbres se su país, no porque estén por encime de
las de otros territorios, sino porque es más práctico seguir lo establecido en
la zona en la que vive; y también para evitar problemas sociopolíticos y
religiosos. Así Descartes consigue la tranquilidad de espíritu sin la que sería
imposible buscar la Verdad.
Pero habiendo más de un camino, ¿cuál escoger, aún en estado
de incertidumbre? La respuesta de Descartes sería el camino del centro,
siguiendo así la teoría aristotélica del justo medio: se busca la moderación;
los extremos no son buenos. El camino medio, debido a su equidistancia, en caso
de ser erróneo, estaría más cerca de la Verdad que los extremos.
En esta moderación defiende también la necesidad de eludir
compromisos que aten nuestra libertad en el futuro, ya que no que nos parece
bien hoy, nos podría parecer mal mañana. Puede que nuestra opinión no sea la
misma cuando se hizo la promesa que en el presente.
A continuación, en la segunda máxima expone la necesidad de resolución
y firmeza en sus acciones. Para ello utiliza la analogía del bosque: si los
viajeros que se pierden en el bosque no cesan de andar de un sitio para otro,
se paran un rato, dan vueltas y vueltas… sin tomar la decisión de seguir un
camino rectamente; no llegarán a ningún sitio, pues siempre seguirán perdidos.
Por el contrario, si siguen una única dirección, al menos llegará a alguna
parte. Y si se elige un camino equivocado, ¿sería lógico sentir remordimientos?
No, pues la elección se hizo con la mejor intención posible.
Así, en el ámbito de la acción, sí que se acepta lo que
aparezca como probable aunque resulte ser un error (porque no podemos dejar de
actuar); pero no en el ámbito teórico, en el que mediante la razón se aprobará
solo aquello ante lo que no quepan dudad (claridad y distinción).
En la tercera máxima se aborda el control de las pasiones
por la razón. Descartes hace alusión a los estoicos (antiguos filósofos
griegos) y simpatiza con ellos en la idea de no cambiar el orden mundo, de no aspirar
a metas imposibles, sino aceptar lo límites que la naturaleza establece. ¿Cómo
impedir entonces que los apetitos y deseos nos dominen y nos lleven a luchar
por objetivos inalcanzables? Mediante el ejercicio de la razón. Tras mucho
tiempo reflexionando, Descartes comprende que lo único que podemos hacer es
controlar nuestros deseos y no anhelar nada que esté fuera de nuestro alcance.
Por último, en la cuarta máxima, Descartes cuenta que ha
decidido dedicar toda su vida e cultivar su razón y avanzar en el conocimiento
de la Verdad siguiendo su método inspirado en las matemáticas; ya que no había
encontrado en ninguna otra cosa mayor satisfacción que en descubrir verdades.
Sin estas máximas, no habría sido capaz de limitar sus
deseos ni de estar contento. Afirma que habrá que ‘juzgar bien para obrar bien’
(intelectualismo moral socrático). Hay que conocer lo mejor (el bien) para
elegir las mejores opciones (adquirir las virtudes) y poder ser feliz.
Descartes aspira como Aristóteles a la sabiduría tanto teórica como práctica.
En conclusión: en su búsqueda de la Verdad, como no se puede
suspender la voluntad, Descartes diseña un moral provisional que le servirá
para orientarse en la vida cotidiana mientras su razón trata de encontrar esos
cimientos firmes para levantar el edificio del conocimiento. Resume en cuatro
preceptos sus mínimos morales. El primero es seguir las leyes y costumbre de su
país para lograr la tranquilidad de espíritu, guiándose en sus elecciones por
el justo medio aristotélico (los extremos son viciosos). La segunda norma
consiste en ser firme y decidido en sus acciones, evitando la incertidumbre e
inseguridad en el ámbito práctico. La tercera normal, que enlaza con el
estoicismo, destaca la necesidad de que la razón controle los deseos y
apetitos, pudiendo así adaptarlos a sus posibilidades reales. En la cuarta
norma nos habla de potenciar la razón, de la importancia de conocer el bien
para obrar bien (intelectualismo moral socrático) y así ser feliz (fin
aristotélico).
Tras analizar la moral provisional cartesiana, ¿podría
considerarse que estos preceptos creados con el pretexto de orientar su
voluntad, significaron también orientar su razón, aun cuando afirmaba dudar de
todo?
4/ Descartes y la condena de Galileo
Descartes conoció la condena de Galileo Galilei (1633) por
la Santa Inquisición, por defender el movimiento terrestre. Por eso, Descartes
no publicó su obra ‘Tratado del mundo y de la luz’, en la que exponía su
concepción mecanicista del mundo y defendía la tesis galileana. Descartes teme
enfrentarse a la Iglesia, bien por temor a ser condenado también, o bien por
mantenerse fiel a sus creencias religiosas. De todas maneras, en el ‘Discurso
del método’ leemos con cuán cautela aborda temas religiosos o políticos.
OPCIÓN SEGUNDA
NIETZSCHE
1/ A continuación comentaremos un fragmento de ‘La moral
como contranaturaleza’ de la obra ‘Crepúsculo de los ídolos’ del filósofo
alemán Friedrich Nietzsche.
En él el autor habla de la figura del moralista (tema) y lo
ridiculiza por dictar en imperativo cómo debería ser el ser humano, algo que
resulta antinatural (tesis).
El problema filosófico podría ser: ¿por qué el moralista es
antivitalista?
A través de una estructura argumentativa el autor nos
conduce hasta la conclusión:
Comienza señalando la ‘ingenuidad’ (línea 1) que encuentra
en la moral, entendiendo como moral la doctrina que exclama: ‘¡el ser humano
debería ser de tal y tal manera!’ (primer argumento). Resulta que la naturaleza
‘nos muestra una riqueza fascinante de tipos’ (línea 2), es múltiple y
cambiante. Y el moralista, negando toda multiplicidad y devenir (segundo
argumento), marca pautas y establece cómo debería ser el ser humano (por eso
‘sabe incluso cómo debería ser él’, que también es humano). Nietzsche
ridiculiza al moralista: es un pelagatos y mojigato (línea 5) y lo peor es que
quiere imponer su punto de vista a todo el mundo (tercer argumento).
El ser humano es solo una parte más, ‘un fragmento de fatum’
(línea 7 a 8), de un todo, de nuestro mundo múltiple y que deviene. Por eso
ordenarle que se haga diferente a como es de modo natural, va contra la misma
naturaleza (cuarto argumento).
En la conclusión (línea 9 a 10) Nietzsche destaca que los
moralistas no crean una moral solo para ellos mismos, sino que pretenden que todos
la sigan estrictamente. Por eso nos dice que han querido al ser humano ‘a su
imagen, a saber, como un mojigato’ (línea 11). Resalta para concluir su
indignación con los moralistas mediante exclamaciones, pues son antivitalistas
(‘negaron el mundo’ y su devenir y multiplicidad), lo cual es una locura (línea
11) y los llena de inmodestia (línea 12).
2/ El término ‘moralista’ aparece por primera vez en el
texto en la línea 4: ‘cualquier mezquino holgazán que se las da de moralista…’;
y una segunda vez en la línea 6: ‘cuando el moralista se dirige simplemente al
individuo y le dice: “tú deberías ser de tal y tal manera”, no deja de ponerse
en ridículo.’.
Los moralistas a los que Nietzsche critica son muchos (el
sacerdote, filósofos…) y tratan de imponer normas y pautas de comportamiento al
ser humano. Crean una moral que condena, intentan aprovecharse del hombre y
rechazan todo aquello que sea diferente, intentado a toda costa hacer creer que
su interpretación de la vida es única y verdadera. Los moralistas son unos
decadentes que no saben afirmar la vida, que son demasiado cobardes para
aceptar su multiplicidad y devenir, y por eso crean valores y pretenden que
sean universales. El que no sigue la moral será ‘la oveja negra’ del rebaño,
dado el carácter gregario que originan al imponer unos mismo valores y éticas a
todos.
En contraposición, encontraríamos el término inmoralista,
que define a aquel que acepta todas las interpretaciones de la vida sin negar
ninguna, entendiendo que todas son igual de válidas (perspectivismo). Siempre
afirman y experimentan la vida. No intentan imponer nada a nadie y no se
dedican a reprimir aquello que no coincide con su ideal.
3/ El nihilismo y el superhombre
¿Qué es el nihilismo y qué relevancia tiene en la filosofía
nietzscheana? ¿Qué relación tiene con el superhombre? ¿Cómo superar el
nihilismo pasivo? ¿Por qué la metáfora del niño nos lleva hasta el superhombre?
¿Cómo es el superhombre? ¿Qué rasgos lo caracterizan? A continuación
explicaremos, partiendo del método de análisis genealógico, qué es el nihilismo
y cómo podría producirse la llegada del superhombre.
Para llegar al nihilismo y al superhombre, es necesario
partir del método de análisis genealógico, que es el que utiliza Nietzsche para
romper ‘filosofando a martillazos’ con la razón y la cultura occidental,
mostrando su decadente origen.
Sus dardos atentan contra la moral, la metafísica, la
ciencia y el lenguaje; pero por encima de todo, contra la razón, que es la
causa a la que se deben la existencia de todos estos elementos que conforman
nuestra cultura.
¿Dónde está el origen del error? Para hallarlo debemos
remontarnos a la Antigua Grecia: Sócrates y Platón rompieron con el equilibrio
apolíneo-dionisíaco que imperaba, exaltando lo apolíneo (lo racional) y
condenando lo dionisíaco (lo irracional, pasional, desordenado, caótico…).
¿Por qué hicieron esto? Por miedo. Eso es lo que hay tras
nuestra cultura y tras la racionalidad. Tenían una débil voluntad de poder, por
lo que no sabían aceptar el caos y devenir que caracteriza al mundo y
decidieron crear trasmundos metafísicos tras los que refugiarse, que serían
estables, inmutables, perfectos (pero que en realidad no existen ni nada tienen
que ver con la realidad).
¿Qué papel juega en esto el lenguaje y la moral? Bien, pues
a estos filósofos, Nietzsche los llamaba filósofos-momia, porque establecían
definiciones que pretendían que fueran universales y unívocas bajo conceptos.
Así limitaban la realidad e ignoraban el cambio que la caracteriza; así como la
ciencia, con sus leyes que pretenden ser trascendentes, cuando la realidad es
que todo deviene. Pero es que además, en cuanto a la moral, en contra de la
moral de señores, que potenciaba al cuerpo y a los instintos, establecieron que
lo ‘bueno’ era la prudencia, sabiduría, etc.; mientras que lo ‘malo’ eran las
pasiones e instintos que apartaban al ser humano del camino al conocimiento.
Así se produjo una transvaloración y pasó a negarse lo natural (instintos),
negando así la vida (antivitalismo).
¿Qué pasará cuando Occidente se dé cuenta del origen
decadente de su cultura? ¿Qué sucederá cuando reparen en que: RAZÓN=ENFERMEDAD?
Se instaurará entonces el nihilismo, el sin-sentido de la cultura. Hay dos
modos de afrontarlo, por lo que encontramos el nihilismo pasivo y el activo.
El nihilismo pasivo supone no saber aceptar adecuadamente
que los valores culturales son inútiles. Es una etapa caracterizada por la
frustración, el aburrimiento, la inadaptación al cambio.
¿Cómo pasar del nihilismo pasivo al activo? Nietzsche lo
explica mediante tres etapas:
En primer lugar estamos en la etapa del camello, que supone
la asimilación de los valores y normas. En segundo lugar, está la etapa del
león, que comienza a ver cosas que le desagradan y las critica, hasta que al
fin, contrariado, rompe con todos los valores de su cultura (esto se conoce
como ‘la muerte de Dios’). Por último, una vez hemos roto con los valores,
queda aceptarlo y crear otros nuevos, de manera libre y sin imponer nada a
nadie. Esto nos lleva a la última etapa, la etapa del niño.
¿Qué relación tiene el niño con el superhombre? La metáfora
del niño nos lleva hasta el superhombre porque ambos son libres, creativos. El
superhombre (übersmench o suprahumano) ama el riesgo, no cree en Dios (él es su
propio Dios, él es su propia religión), incorpora el dolor como una parte más
de la vida, no hace caso a los prejuicios del resto, no se deja convencer por
el rebaño, no niega, experimenta la vida. El suprahumano obra desde el deseo,
desde el cuerpo, no desde la razón ni la conciencia. Se guía por la belleza, no
por el deber. Su moral se convierte en pura estética dionisiaca.
En conclusión, nihilismo y superhombre están relacionados
porque ante la llegada del primero, tras haberse puesto de manifiesto el
decadente origen (miedo al devenir) de nuestra cultura y reparar en que la
moral que seguimos carece de sentido, solo si se responde activamente se podrá
transitar hasta el segundo (superhombre). Nietzsche describe este tránsito del
nihilismo pasivo (no reaccionar, no hacer nada, frustrarse…) al nihilismo
activo a través de tres etapas: el camello (asimilación de los valores), el
león (ruptura de los valores= muerte de Dios) y el niño (crea sus propios
valores). Así la metáfora del niño nos lleva al superhombre, que es libre, se
convierte en su propia religión, no impone nada y vive la vida arriesgándose y
concibiendo el dolor como parte de ella.
Por último, podemos preguntarnos: ¿está nuestra sociedad
preparada para responder activamente ante la supuesta llegada del nihilismo?
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